Perú, Lima y San Isidro
En medio del peor desgobierno nacional, el domingo próximo se celebran las elecciones regionales y municipales. Al igual que en la capital suponemos que el JNE también habrá organizado o propiciado debates entre la nube de candidatos en liza que aspiran a gobernar la barbaridad de regiones, provincias y distritos en que está absurdamente dividido el país por el fracaso del proceso de descentralización. En el caso de la Metrópoli y a pesar del formato poco propicio, de la catarata de ofertas y promesas gaseosas y de los pullazos, confiamos que la presentación de los postulantes haya servido para tanto indeciso que anda suelto. Para este escriba la cosa está clara desde antes.
La coyuntura de la República es tan grave debido al desgobierno y la corrupción pública que emana del Poder Ejecutivo que el voto aquí ( léase, Lima y San Isidro) y acullá sólo puede ser en favor de candidaturas respaldadas por partidos y organizaciones políticas probadamente representantes de la oposición democrática y constitucional empezando por RENOVACIÓN POPULAR. De qué nos servirán a la larga gobernadores o alcaldes patrocinados por tiendas, bandas y facciones que ya en el Congreso o fuera de él demuestran su cotidiana complicidad, subordinación y afinidad con el nefasto oficialismo, sea por un plato de lentejas o por lo que sea sin importarles el destino del Perú.
Desde que tenemos algún uso de razón –de ello hace buenas décadas- estas elecciones son como nunca más que vecinales o comunales y se convierten inexorablemente en una suerte de plebiscito político contra el manifiesto desgobierno castillejo de turno. La Administración de la región, provincia y distrito son ahora no sólo el medio para alcanzar el legítimo bienestar de los vecinos sino para la defensa institucional del ciudadano ante el peor régimen del siglo. ¡AMÉN!
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