Perú y la Nueva Era para la geopolítica china

En las celebraciones del Año Nuevo Chino, el programa cultural más importante organizado por el gobierno de China, con una audiencia de mil millones de personas, invitó a los músicos peruanos Juan Diego Flórez y Lucho Quequezana. Este gesto refleja la relevancia del Perú dentro de la estrategia china en América Latina.
El megapuerto de Chancay, inaugurado recientemente, ha sido presentado por China como parte del “Gran Camino Inca de la Nueva Era”, una estrategia que combina referencias históricas y comerciales. Este concepto se sustenta en tres pilares clave:
1. El Qhapaq Ñan: La red de caminos del imperio inca, que facilitaba el comercio y la integración de los territorios bajo su dominio.
2. La Ruta de la Seda: Un sistema de rutas comerciales que conectaba China con Occidente. En la actualidad, su versión moderna, “La Franja y la Ruta”, busca fortalecer la conectividad y cooperación entre Asia, Europa, África y América Latina.
3. La Nueva Era: Bajo el pensamiento de Xi Jinping, ha significado en China una recentralización del poder del Partido Comunista, junto con autosuficiencia tecnológica y económica. En política exterior, promueve “La Franja y la Ruta” y la reforma del orden global según sus intereses.
El “Gran Camino Inca de la Nueva Era” pretende vincular la historia prehispánica del Perú con la estrategia global china, fortaleciendo su presencia en América Latina y expandiendo su influencia económica y política en la región.
Actualmente, China es el principal socio comercial del Perú, con inversiones clave en sectores como la minería, la energía y la infraestructura. La inauguración del puerto de Chancay se ha dado en un contexto de tensiones globales y cambios políticos, marcados por la reelección de Donald Trump en Estados Unidos. Su política comercial hostil hacia América Latina y la posible imposición de aranceles más altos han impulsado a muchos países de la región a buscar en China una alternativa económica.
China, con su política de “no intervención” y enfoque pragmático, ha ampliado su influencia en América Latina mediante inversiones en infraestructura, energía y tecnología. Sin embargo, su interés en la región no es solo comercial, sino parte de una estrategia más amplia de consolidación hegemónica global. Por ello, los países de la región deben evaluar con cautela los riesgos asociados a este creciente acercamiento.
La presencia china en el Perú plantea tanto oportunidades como desafíos. El acceso a productos chinos más baratos puede afectar a los empresarios locales, quienes deben adaptarse para competir en un mercado globalizado. Sin embargo, también se abren oportunidades para integrarse en cadenas de valor internacionales y aprovechar las inversiones en tecnología e infraestructura.
En el ámbito de la infraestructura, el puerto de Chancay es una pieza central para la expansión de China en América Latina, ya que facilitará el comercio directo con Asia, reduciendo costos y tiempos de transporte. Esto beneficiará las exportaciones peruanas, pero también generará competencia para ciertos sectores industriales.
Desde el punto de vista geopolítico y estratégico, el Perú debe gestionar esta relación con pragmatismo, asegurándose de que las condiciones de inversión favorezcan el desarrollo nacional. Aunque China es un socio clave, es fundamental mantener un equilibrio que evite una dependencia excesiva. La diversificación de alianzas económicas y la protección de los intereses nacionales serán esenciales para sacar el máximo provecho de esta relación.
En conclusión, el “Gran Camino Inca de la Nueva Era” no solo refuerza el papel del Perú como puente entre América Latina y Asia, sino que también evidencia el interés de China en promover su influencia a nivel global. Por ello, el Perú debe establecer estrategias claras que maximicen los beneficios de esta relación sin comprometer su soberanía ni su desarrollo a largo plazo.

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