"A petróleo revuelto…"
El presidente Pedro Castillo cruzó esta semana diversas fronteras del área que su desenvolvimiento político podían permitir a su alta investidura. Oteó abismos, escarbó miserias, desnudó su arrogante ignorancia, mintió con descaro, envileció la soberanía del país, ensayó un zarpazo a la libertad de prensa en el caso PBO radio y dejó desmoronarse a un ministro que pedía a gritos respaldo a su autoridad.
Castillo quizás no esperaba tanta sombra al cumplirse el viernes 28 los seis meses exactos de su atormentada y frágil gestión. Buscaba más bien tapar bocas decidiéndose, por ejemplo, a conceder tres entrevistas, cumpliendo así la promesa empeñada de abrirse al periodismo tras medio año de esquivarlo. No insistiré en la fatalidad del resultado que tuvieron las mismas, pero destaco el propósito presidencial de aparentar una enmienda de rumbo.
Lo que sí no puedo pasar por alto es la evaluación condescendiente que –luego de las entrevistas– hacen algunos de Castillo, blindándolo en la burbuja de un hombre bueno, bien intencionado, lleno de ilusiones, pero cercado por sus limitaciones intelectuales y falta de mundo en correspondencia a su origen rural.
No. Castillo se ha convertido en un tremendo zamarro, actor colateral (hasta ahora) de escenas bochornosas de corrupción protagonizadas por su entorno más cercano, mitómano contumaz (no conoce y sí conoce a Karelim López), notario taimado de ascensos irregulares en la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas. Su silencio absoluto ante la renuncia del ministro del Interior, Avelino Guillén, por este motivo, habla a gritos del estropicio moral que hoy encabeza el poder Ejecutivo.
Y en medio de todo, surge la desgracia del desastre ecológico propiciado por la negligencia de la empresa Repsol con el derrame de petróleo en buena parte de nuestro litoral adyacente al primer puerto. Negligencia que no tiene atenuantes ni defensores de oficio visibles u ocultos con algún predicamento. El daño producido indigna, subleva, perfora nuestras aspiraciones de desarrollo sostenible y, a la vez, inyecta una bilis injusta contra la actividad privada para provecho ideológico de la demagogia izquierdista radical.
Sin embargo, el ayayerismo oficialista siembra la narrativa de una supuesta elusión de condena a la empresa negligente, cada vez que se abordan los desaguisados presidenciales. La falsa dicotomía es: “atacan a Castillo para evitar ocuparse de Repsol”. Increíble que semejante imbecilidad la repitan en redes pretendidos líderes de opinión. Castillo se sumó a esta súper cortina de humo diciendo el viernes en Huari, Áncash: “a petróleo revuelto, ganancia de vacadores”, refiriéndose a los congresistas que hablan constantemente de aplicar este mecanismo constitucional.
Pues bien: el petróleo revuelto seguirá el cauce judicializado y administrativo para que los responsables paguen sus culpas. Pero la vacancia o destitución por incapacidad moral hoy es una tesis mucho más sólida que la esgrimida en diciembre. Y seamos claros: la ganancia con este paso sería favorable a todos los peruanos. Solo falta consensuar el proceso de transición.
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