Pincha globos
Un efusivo abrazo selló el reencuentro. Amigos de siempre. La vida los llevó por caminos distintos. Después de tres lustros, estaban uno frente al otro.
– “¿Cómo fue tu estancia en el extranjero?”
– “Estos años he recorrido muchos kilómetros y me he establecido —por motivos laborales— en diferentes países; eso me ha permitido aprender y comprender lo propio de cada pueblo.”
– “Vamos por un café y me cuentas tu balance de estos años de voluntario éxodo.”
– “La primera vez que crucé el Atlántico fue con muchos globos inflados de los relatos escuchados, de ensueños y de las expectativas que me suscitaba el encuentro con el primer mundo. A medida que el tiempo transcurría y contrastaba su contenido con la realidad, los globos fueron pinchándose. No abundaré en una apología chauvinista de mi patria; tampoco la denostaré refocilándome en los males que la aquejan desde inicios de siglo.”
Hizo un silencio prolongado como para ordenar sus ideas. Luego del primer sorbo, prosiguió.
– “Cada país tiene una configuración: personas que lo habitan, geografía, historia, cultura, etc., que lo hacen distinto. Ni mejor ni peor, tan solo otro. Tampoco su condición debería alimentar un talante egregio, separado y por encima de los demás; mirar hacia adentro para aprender, para quererlo y trabajar para engrandecerlo. ¡Eso sí! ¿Qué más aprendí? El valor de la cooperación y conexión entre las distintas naciones, sin duda, es un gran recurso para el crecimiento y las buenas relaciones internacionales. Sin embargo, esta disposición no debe llevar a olvidar que la experiencia humana —los países son hechura de sus habitantes— es imprevisible, cada quien tiene la propia, que aunque sea exitosa, no asegura que su repetición, en otra persona, tenga ese mismo efecto. La experiencia ajena es una fuente donde se puede abrevar buenas ideas; de ningún modo es un traje que se ajusta a todos por igual. En este sentido, la transferencia de tecnología, la importación de sistemas, deben ser tamizadas por nuestra realidad. No pretendo que se adecuen como guante a la mano, pero sí que se respete el ethos nacional”.
Los rayos solares iniciaron su repliegue; los más lentos regalaban un sosegado atardecer. Se reacomodó en la silla y añadió:
– “Mirar hacia adentro implica —con la información recogida— encontrar soluciones que se acompasen con la propia realidad. Copiar y pegar es contraproducente para el desarrollo sostenido de un país. De donde vengo la política del estado de bienestar impera, ofrecer una vida muelle tiene un alto costo para los ciudadanos en términos de impuestos. En cambio, en el Perú, los ciudadanos están habituados a valerse por sí mismos, hincando manos y codos para conseguir lo necesario para vivir. Una política populista haría mucho daño. En otras latitudes, pululan los asilos; entre nosotros, todavía abundan las familias que acogen a sus mayores. Potenciar esa costumbre sería saludable. Finalmente, los informales (emprendedores) son una fuerza que genera riqueza. Sin embargo, el exceso de regulaciones y controles encarece el costo de ingreso a la economía formal, impidiendo la formación de un mercado abierto y con oportunidades para todos.”
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.