Piqueo político
Malas noticias para la región. El sentenciado y condenado por corrupción Luiz Inácio Lula Da Silva ha derrotado al actual presidente, el derechista Jair Bolsonaro por un muy escaso margen. Lula, quien no solo purgó condena por ladrón sino propició un inmenso esquema de corrupción, uno de los más grandes y nefastos de los que se tenga memoria: Lava Jato, de funestas consecuencias en nuestro país con el caso Odebrecht, va a gobernar a la décima economía mundial y la primera latinoamericana. Sintomático que apenas Lula ganó, la justicia brasileña retiró su apoyo a la peruana en el mencionado caso.
La misión de “observación” de ese ente parasitario progre en que se ha convertido la OEA vendrá a Lima a otear cómo un desastre de desgobierno viene destruyendo nuestro país. En estricto no tiene mucha importancia lo que puedan decir y hacer los burócratas dorados que envíen, felizmente sus resoluciones no son vinculantes. Lo que sí van a ver es el estado de descomposición absoluto que sufre el Perú. De pronto, esta maniobra de Castillo y su corte de diplomáticos a medida les puede resultar un búmeran.
Se descubre una macabra mafia que prostituía a niñas -extranjeras- en un penal de provincias; un reo es asesinado en otro penal y no se sabe de quién se trata; tres “hinchas” son baleados y asesinados a plena luz del día en una calle de Lima. Sin embargo, para los ministros sobones de este régimen la noticia es el dizque “maltrato” (que le prendían un foco o que le echaban agua a su celda a modo de amedrentamiento) que ha sufrido la recién excarcelada sobrina-hija del presidente en una extraña resolución judicial. Francamente es un insulto a la inteligencia de la gente y una afrenta a los miles de personas privadas de su libertad que viven en condiciones infrahumanas tener que escuchar a estos franeleros profesionales tratando de agradar a su jefe: el mandatario. ¿Dónde está el jefe del Inpe que depende directamente del ministro de Justicia?
Lo de Petroperú debe ser la estafa más grande que viene sufriendo nuestro país, pues luego de casi una década, una refinería (en un país que produce muy poco petróleo) que jamás llega a inaugurarse ya tiene un costo que llega a la exorbitante suma de ¡siete mil millones de dólares! Su mentor y reciente renunciante presidente, el rojo Humberto Campodónico, le debe muchas explicaciones al país por este despropósito. Como si no fuese suficiente, el Estado (o sea todos) acabamos de entregarle mil millones de dólares para que pueda abastecernos de combustible. Una danza multimillonaria que no tiene cuando acabar y que significa que millones de peruanos sigamos manteniendo a una empresa que no sirve para nada. ¡Indignante!
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