Plegaria de esperanza
Desde tu cruz, nos hablas, tus heridas siguen sangrando, causando más dolor a pesar de que tantos años han pasado. Los que siembran la oscuridad, los que alimentan de falsías para condenarte siguen en su afán de seguir sentenciándote, y aunque parezca mentira, muchos de nosotros nos hemos sumado a ese coro, a esa masa humana que sigue flagelándote y tú sigues afirmando “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Este mundo sigue de cabeza, seguimos construyendo en cada esquina Gólgotas, seguimos construyendo más cruces y seguimos profanando la palabra en tu templo; a pesar de ello, nos sigues perdonando y no te cansas en ofrecernos la salvación “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”.
En todo este tiempo, tu madre sigue caminando preguntando por ti, preguntando al viento, a las piedras del camino, a las estrellas esquivas y a quien se le cruza en su interminable calvario, buscando consuelo, ya sin lágrimas en sus ojos, con el corazón destrozado, con la esperanza de encontrarte y extenderte sus brazos. Y tú, Señor mío, también con los ojos llorosos enciendes la luz con una plegaria “Mujer, he ahí tu hijo…”. Y aunque no lo creas, muchos de los que hablan en tu nombre son quienes van construyendo muros para impedir que la alborada anuncie el nuevo día, son quienes abonan la oscuridad con sus tormentas de odio. Pero Tú, sigues batallando, no te das por vencido y de tanto trajinar imploras clemencia: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”. Somos crueles y nos ensañamos con tu dolor, somos insensibles ante tu clemencia, hacemos sorna de tu desgracia, “¡Tengo sed!” y con frialdad calculada nos negamos y no te damos de beber, ruegas mientras las hienas siguen clavando sus espinas en tus heridas, pareciera que “Todo está consumado”.
Señor mío, ¿qué mundo es este, donde todo se tiñe del color de la indiferencia, de la avaricia, de la envidia, del dinero?, ¿qué mundo es este donde se sigue matando y condenando al muerto y venerando a quienes te crucificaron y siguen matando y ultrajando todo a su paso? Señor mío, tu cruz es nuestra cruz y tu muerte también es nuestra y tenemos fe en tu palabra y en la salvación, por eso nos unimos a tu último deseo “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” y elevamos nuestra plegaria porque tenemos esperanza y la inquebrantable fe de que todo cambiará. Porque creemos en Ti, estamos seguros de que la vida se abrirá paso y triunfará.
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