Plegaria desde una ventana
“Oh Allah, Tú que tienes 99 nombres, todos bellos, escucha a tu hijo Jihad Al-Suwaiti, de Beit Aww, Palestina, dirigirse a ti para pedirte por su madre Ramsi. No estoy en la mezquita ni en su patio ni en el Alquibla que es el muro orientado hacia La Meca, sino en el alfeizar de una ventana de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Estatal de Hebrón, en donde ella muere por el coronavirus.
Hace tres días me avisaron que su estado empeoró y traté de ingresar a despedirme pero no me dejaron hacerlo por precauciones sanitarias. Quise hacerle caso, Oh Dios, como cuando habla el Emir de los creyentes. Pero quería verla antes de que se fuera, mirarla por última vez, sentir su rostro acariciándome. Por ello, trepé la pared y llegué hasta aquí, casi al borde de su cama. Me separa un vidrio pero me acerca toda una vida a su lado. Y aquí me quedaré hasta que se vaya
Recíbela, Oh Allah, en La Yanna y guárdala allí hasta la resurrección que ocurrirá después del Yawm al-Qiyama. Tenla a tu lado en alguno de los siete niveles de tu inigualable paraíso, junto a ti en alguna de sus ocho puertas principales. Envía a tus ángeles a recibirla y condúcela a ver por primera vez el árbol del Tubu y sus maravillosos frutos.
Estoy rezando los aleyas de uno de los suras del Corán que no es un libro sino un atributo tuyo. Y la miro a ella desde aquí para decirle que la amo: Rasmi, madre ¿te acuerdas de las noches, de las luchas, del pan, de la familia en torno tuyo? ¿Te acuerdas de mi mano buscándote en la penumbra para que me protejas, de la voz del muecín hacia el atardecer, del inmenso gentío de nuestra peregrinación?
¿Te acuerdas, cuando antes de partir nos colocamos las ropas del peregrino: dos piezas de tela blanca sin costura que simbolizan nuestra liberación y nuestra búsqueda? ¿Te acuerdas de las siete circunvalaciones que dimos alrededor de la Kaaba y de cuando esperamos en la llanura hasta la puesta del sol? ¿Te acuerdas de la noche larga y serena en Muzdafila, en donde bebimos el agua de Zamzam para poder implorar que se descubran por un instante los velos del Rostro Eterno?
Oh Rostro Eterno, desde el alfeizar de esta ventana ruego por tu bendición para Rasmi y para mí. Mírala, allí está esperando que la llames. Tú que puedes abatir todos los virus con un solo gesto, ayúdanos a entender tus designios. Sálvanos de la desgracia, libéranos del egoísmo, alívianos del desamor.
Al•lahu-àkbar. Me prosterno ante ti.”