PNP acorralada
La Policía Nacional está arrinconada por el sistema judicial, en especial por algunos fiscales, que tratan a los policías peor que a los delincuentes.
Un ejemplo es lo que acaba de ocurrir con el policía Percy Chalco, que abatió a dos delincuentes que lo asaltaron y ha sido enviado a prisión a pedido de un fiscal y con la anuencia de un juez. Si Chalco no se hubiera defendido, los malhechores le habrían robado y quizás asesinado.
Naturalmente, en un caso así debe haber una investigación. Pero debería realizarse con el policía en libertad, y no recluido en una cárcel.
La semana pasada, de representación en el Congreso, he recorrido unidades policiales y comisarías, y conversado con muchos policías. La sensación es unánime: el caviarizado sistema judicial los desalienta, los disuade, los exhorta a no combatir la delincuencia, los incita a la pasividad, a hacerse de la vista gorda para no meterse en problemas, para evitar ser atrapados por una maquinaria judicial que los tritura, al tiempo que trata con guantes de seda a los delincuentes.
En la Dirección de Operaciones Especiales (Diroes) comprobé que cientos de policías de esa unidad están investigados por los sucesos de fines del año pasado y principios del actual. Y cuando estaba allí, llegaron fiscales y oenegeros a seguir importunando con más indagaciones sobre la muerte de dos delincuentes juveniles que fallecieron durante los violentos disturbios que promovieron los caviares para instalar en el gobierno a Francisco Sagasti.
A pesar de no existir evidencia que la PNP es responsable de ello (aunque Sagasti y los caviares que ocupaban el Mininter en ese momento acusaron perversamente a la Policía), siguen persiguiendo a los efectivos que cumplieron su deber en esos incidentes.
Allí me encontré con un comandante que está procesado desde hace catorce años por el “baguazo”, donde fueron asesinados 24 policías, la mayoría desarmados. Ninguno de los asesinos ha sido sentenciado. Todos libres. Mientras tanto, los policías siguen padeciendo la persecución judicial, con sus carreras arruinadas.
En la SUAT, muchos siguen enjuiciados por haber abatido a delincuentes.
Todos los policías también tienen alguna anécdota que relatar sobre cómo el Código Procesal Penal, que ha quitado la capacidad de la investigación preliminar a la PNP entregándosela a los fiscales, se ha convertido en una traba decisiva para en el combate a la delincuencia.
Pude constatar cómo en las comisarías los policías trabajan muchas veces en condiciones deplorables, a pesar de lo cual se esfuerzan por realizar empeñosamente su trabajo, muchas veces sin ser reconocidos ni apoyados por las autoridades del sector y del gobierno, ni por la ciudadanía.
Por último, las normas actuales y la política del Mininter premian equivocadamente a los policías de escritorio, a los que acumulan títulos y diplomas, y castiga a los que en las calles se enfrentan a los malhechores.
Si se quiere derrotar a la creciente y cada más violenta ola delincuencial, esto tiene que cambiar.
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