Pobres y sin timón
Hay quienes sostuvimos en todos los idiomas que la abrupta e inesperada emergencia de Dina Boluarte a la presidencia de la república en diciembre del 2022 constituía para su gobierno un desafío de integridad y transparencia donde el recuento de aparentes éxitos, avances y mejoras no tenían cabida.
Era conocida la enorme brecha social reabierta a consecuencia de trompicones padecidos por nuestra economía desde los tiempos de Ollanta Humala (cuando por primera vez, en la voz de los entonces ministros Pedro Cateriano y Alonso Segura, se reconoció oficialmente que lo económico y lo político no eran cuerdas separadas) y el inicio de la crisis de institucionalidad bajo la administración de un Pedro Pablo Kuczynski sin mayoría parlamentaria enfrentando una torpe oposición de Keiko Fujimori cuya contundente bancada (73 congresistas) se evaporó en los pleitos con su hermano, el también legislador Kenji Fujimori.
La tragedia mayor fue el vómito histórico que nos propinó la transición constitucional del poder hacia Martín Vizcarra tras la renuncia de PPK. Un demagogo sin escrúpulos y afiatado en el esquema inequívoco de un caradura (lo sigue siendo) cuya gestión gubernamental paralizó al país en producción y productividad, y apenas logramos sostenernos por los fundamentos macroeconómicos. Hablamos por si acaso de la etapa pre pandemia COVID-19.
El miércoles 4 de diciembre de 2019, en el diario Gestión, se publicó que una misión del FMI concluía que el gobierno de Vizcarra contribuyó a frenar el crecimiento, no sólo por la baja ejecución presupuestal sino también debido a las zancadillas impuestas a la minería, concretamente al proyecto Tía María que –como se recuerda– se detuvo en base a un contubernio entre el corrupto ex gobernador de Arequipa, Elmer Cáceres Llica (condenado a 7 años de prisión) y el mismo jefe del estado, a su vez imputado de varios delitos.
Ni que hablar del paso de Pedro Castillo y su banda por palacio, bajo el auspicio de la izquierda peruana y la prensa activista. Otro salto al vacío. Luego de ello y a la luz de tanto desbarajuste, Boluarte solo tenía la opción de contarle la verdad al pueblo, imitar al Winston Churchill de las horas más oscuras (Anthony McCarten) para Gran Bretaña mayo 1940: nos esperaba un largo periodo de sangre, sudor y lágrimas.
Pero no. La inexperta y elemental mandataria que tenemos se insufló de un optimismo nada realista y ahora recibe la cachetada del incremento de la pobreza monetaria. Además, propició que su hermanito Nicanor tome aires de gran líder político siendo un mequetrefe por los cuatro costados.
Ambos incurrieron en jugarretas de codicia, vanidad y dudosa planificación de sus destinos para terminar como están terminando: acosados por otro grupo de poder enquistado en el Ministerio Público y a punto de hacer evidente, clarísimo el triste augurio formulado en esta modesta columna de opinión: la apertura de una guerra civil no convencional.
Pobres, sin brújula ni timón. Pobre Perú.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.