Poesía en la laguna de las ilusiones

La poesía tiene la magia de trastocar todo. Cada encuentro, cada recital, siempre es especial. Cada escenario es un altar donde los versos son salmos que se propagan como cantos consentidos, como regalos añorados; cada escenario es la extensión del alma y del corazón donde el poeta es portador de la energía para encender la luz y su voz la prolonga, la hace duradera e inolvidable.

Hace unos días, en Villahermosa, una hermosa ciudad en México, se desarrollaron una serie de recitales en el marco de la Feria del Libro de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. El escenario es un privilegio para todos quienes compartimos poemas allí, es idílico. Imagine usted que el telón del fondo es “La laguna de las ilusiones”, una reserva protegida que circunda todo el campus de la universidad; es hábitat especial que alberga mucho más que criaturas, historias y sueños.

En ese escenario las mañanas transcurren lentamente, tanto como si los minutos lo pensaran dos veces para avanzar. Unos pasos más allá, en plena laguna, en ese espejo que graba para sí las miradas del cielo, un huésped especial se pone nervioso, pero se apresura para vestirse con lo mejor de sus prendas, la ocasión lo amerita. El huésped aparece de pronto en la orilla, presuroso, como quien levanta la mano, como anunciándose para compartir sus versos: es un cocodrilo que con la mirada fija en el escenario se apresura exigiendo su turno en el recital. Tras él, las iguanas, que cohabitan la laguna con él, agilizan su movimiento celebrando el atrevimiento del cocodrilo. Los poetas no habían imaginado este escenario. Hacen una pausa, se confabulan con el asombro, y viajan imaginariamente sobre ese espejo privado en busca del verso que permita comunicarse con los sorpresivos invitados. Los poetas sonríen, son presa de los nervios, se cobijan en un sorbo de agua y pierden la mirada en el horizonte. Minutos después los sorpresivos invitados entienden que cumplieron con la tarea y vuelven a sus dominios. Los poetas entienden que esta vez los versos más alegres llegaron por el horizonte donde las criaturas, a pesar de todo, son nuestra extensión y son tan igual que nosotros, de carne y hueso y con sueños compartidos.
Este es apenas el primer verso dedicado a estas bellas criaturas con quienes compartimos las bondades y pesares del mundo. En mis ojos quedó grabado ese hermoso paisaje viviente de “La laguna de las ilusiones”, y en mi corazón se impregnó el aura de ese edén donde el sol se detiene para que siempre sea medio día en mutua complicidad con la luna quien apenas asoma con su tenue luz para que el día no se diferencie mucho de la noche.

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