Poeta
Puede que no sea marketero escribir sobre poesía o poetas, se me lee más por lo que de política tengo que decir y decir en política es tóxico, como tóxico es embrollarse en odios ideológicos. Quizás, por tal, hay dos tiempos que marcan esta existencia, sumando uno que otro evento.
Estudios Generales Letras en la PUCP representa uno de esos paraísos que en ocasiones se nos obsequia. Aunque trataba de dilatar el tiempo y que la Facultad de Derecho ralentizara su acercamiento, esta llegó. Letras fue la aproximación lúdica al periodismo desde un periódico mural, pero fue el encuentro con la poesía, la que salía en trazos delgados de una pluma y a escondidas bajo un tronco en alguno de esos frondosos árboles del inmenso campus. Fue por entonces la primera publicación de un poema en la revista de una galería de arte bastante conocida y un poemario o libro que vio la luz en escasos ejemplares.
El otro tiempo entre tiempos fue el paso por El Dominical de El Comercio. No solo se dio la oportunidad y la inspiración para publicar dos libros de poesía sino para bucear en los archivos de la cultura y la historia, leer las grandes plumas o entrevistar a grandes personajes desde sus casas, explorar sus vidas como novelas vivas y hacer de cada día una ruta por los mares de la inspiración que, creí, allí duraría para siempre, pero... Por entonces las lecturas de toda temática desbordaron y la poesía se hizo un hábito.
Tras dos libros de poemas y el adiós de la Redacción, algunos inéditos quedaron al fondo del pasadizo. La vida reposaba en aquellos versos que escribía o que escuchaba desde unos auriculares rumbo a casa.
Tras abandonar algunos caminos, el editor y poeta Harold Alva me invitó a dos de sus grandes festivales “Primavera Poética”. De alguna manera era volcar la voz porque la poesía se escribe y se lee, pero también se articula y se grita.
Más tarde, dispuesto a revivir a Rilke tratando de ensayar una torpe biografía y en una tortuosa investigación cerramos las cortinas. Importa poco porque hay de poesía en la política y en la manera como nos apasionamos y nos expresamos y es lo que nos queda finalmente, porque como Rilke bien escribió: “Extremadamente indecibles son las obras de arte, existencias llenas de misterio cuya vida, en contraste con la nuestra, tan efímera, perdura”.
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