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¡Pónganse bien los pantalones, empresarios!

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Fecha Publicación: 22/11/2021 - 23:00
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No podrá decirse que Ciro Gálvez, fugaz exministro de Cultura -de “las culturas”, tal como él rebautizara a esta residual cartera- sea un reaccionario de derecha ni un afiebrado enemigo de las políticas populistas que fascinan a las izquierdas criollas.

Hablamos más bien de un hombre andino, radicado en Huancayo, quien, a diferencia de la gran mayoría de personas que integran el régimen comunista que preside Pedro Castillo, se educara adecuadamente para transitar por esta vida con exitoso profesionalismo.

Probablemente, a ello se deba su sorpresiva, inexplicada salida del gabinete ministerial, cesado sólo 40 días después de haber sido designado. Por esto resultan interesantes las recientes declaraciones que prestara Gálvez a este periódico, en las que manifiesta: “No soy izquierdista o comunista. Nunca lo he sido.

Y en un gabinete integrado por izquierdistas y caviares, y destapando casos de corrupción, yo era una piedra en el zapato (…) Ni el primer ministro ni el presidente (Castillo) me comunicaron mi salida.

Fui a palacio y me di con la sorpresa que ya estaban juramentando a otros ministros. No sabía nada porque venía de haber inspeccionado Machu Picchu (…) Fui porque estaba programada la sesión de gabinete. No hubo reunión y nadie dijo nada (…) A eso de las siete de la noche Bruno Pacheco me dice ‘Así son las cosas (…) Mejor váyase por la puerta trasera para que no haga mucho roche’ (…) Nunca renuncié”.

El relato desnuda la informalidad e insensatez que campea en este gobierno comunista. Aunque en especial, exhibe una vez más la incapacidad moral de Pedro Castillo para ejercer la majestad de la presidencia de este país de manera tan desaprensiva como imprudente.

Igual ocurrió con los ex comandantes generales de las FFAA y la PNP. Es la táctica iconoclasta que emplea el comunismo para ejecutar el dictado de la nomenklatura marxista, dispuesta a todo con tal de agudizar las contradicciones y las carencias para debilitar a la sociedad y someterla más fácilmente a sus ucases. Lo que de verdad resulta alucinante es que la mayoría de la gente pensante continúe esperanzada en que “Castillo va a cambiar”.

¡Pero si serán tontos! Castillo es un topo con sombrero que actúa de fachada de La Habana y Caracas, monitoreado por Morales y el Foro de Sao Paulo. Su pequeñez -porque ni siquiera alcanza la medianía- lo obliga a guardar esos silencios reveladores de que le está prohibido hablar, porque así lo ordenan los escasísimos sistemas de inteligencia de corte soviético que aún imperan en el planeta.

¡Castillo es fruto del fraude electoral! Confiep y el resto del empresariado, siempre acomodaticio, lo supieron. ¡Pero prefirieron ignorarlo, y tratar de arrellanarse! Ha cometido mil tropelías que lo descalifican moralmente como presidente. No es necesario repasarlas.

Por tanto, a lo que debe abocarse urgentemente el empresariado es a convencer al Parlamento de la UR-GEN-CIA de vacar cuanto antes a Castillo. Como las plantas, conforme crezcan sus raíces, más dura será su erradicación. ¡Basta de medias tintas, empresarios! ¡Pónganse los pantalones!

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