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Por los caminos del Señor

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Fecha Publicación: 29/04/2023 - 21:40
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Hola… La semana pasada te contaba lo anecdótico que fue en mi vida aquel domingo 20 de abril del año 1986, recordando mi primera vez en una cabina de radio que ha continuado con la gracia de Dios hasta el día de hoy. En el recuento de anécdotas, que son muchísimas, quiero relatarte una.

En aquella época, las comunicaciones con el locutor de la radio eran vía telefónica o por carta. Durante el programa yo decía el número de la radio o bien quienes desearan ampliar lo que querían decirme, daba una casilla postal de San Isidro, donde llegaban las cartas y de ahí las recogía para llevarlas a mi casa, el colegio San Agustín.

Un día me visitó un sacerdote agustino, el Padre Lucio Fernández y conversando con él, le conté que no sabía qué hacer con tantas cartas, ya que eran varios compartimentos del mueble de mi oficina que estaban llenos de cartas de mis oyentes y me dijo: “guárdalas todas, dentro de muchos años las vas a volver a leer y te harán revivir momentos muy bonitos”.

Esto pudo ser en el año 90 y ahora estamos en el año 2023, han pasado más de 30 años y al azar tomé una de esas cartas. Esta es la historia que me contaron: El chico me hablaba de una relación que había tenido con una chica y me decía: Padre, me esforcé al máximo por complacerla y hacerla feliz, pero nada de lo que hacía parecía ser suficiente. A pesar de que me estaba entregando al cien por cien, no conseguía que estuviera a gusto, nunca llegó a sentirse agradecida por todo lo que le daba. Tenía todo para ser feliz pero sencillamente no lo era.

Aquella relación terminó y para mí fue muy doloroso. Hasta podría decirse que fueron los peores momentos de mi vida. En ese momento conocí a otra persona, pero por mi estado emocional no podía tener con ella la misma disponibilidad. Llegó a mi vida en todo mi caos, algo de mi vida se escapaba de mi control, sin embargo, ella agradecía mi presencia y aunque nos faltaban muchas cosas ella se sentía feliz.

Aquel día comprendí que la felicidad de los demás no depende de nosotros, es decir, no puedes hacer feliz a una persona que está programada para ser infeliz. La felicidad no depende de terceras personas, depende de un estado emocional en el que ya habitamos y de nuestra disposición para compartir la felicidad con otras personas.
Si eres una persona alegre y feliz eso compartes, sí estás cargado de infelicidad eso compartes.

“No sé ustedes, pero yo soy feliz con solo levantarme y ver a mi madre viva”.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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