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Por los caminos del Señor

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Fecha Publicación: 31/05/2025 - 22:10
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Hola…
La experiencia vivida esta semana fue tan hermosa que deseo compartirla contigo. Para quienes la vida nos ha regalado la posibilidad de servir a través de los medios de comunicación, experiencias como la que te voy a contar resultan muy alentadoras.
En abril del año 1986, inicié la experiencia de la radio, la cual, con la gracia de Dios y la anuencia de mis oyentes, hemos continuado disfrutando como un bello regalo de la vida. El silencio en la radio es solo aparente, pues la realidad física es una cabina, generalmente de dimensiones reducidas: una mesa, un micrófono, unos auriculares, en mi caso una tablet, y nada más. Al llegar la hora del programa, las canciones suenan desde la computadora, y en ciertos momentos converso con mis oyentes. Físicamente, no hay nadie más. En mi caso particular, el operador, mi estimado Dwight, se encuentra en la base de Chorrillos, mientras que yo transmito desde el colegio Nuestra Señora del Consuelo. Comprenderás entonces que ni siquiera veo al operador, mi entrañable amigo Dwight.
Sin embargo, hay momentos como el que viví esta semana que te hacen comprender que el aparente silencio de la radio se convierte en un maravilloso momento lleno de emoción y de gratitud.
Me encontraba en mi oficina, en el colegio, cuando llegó una señorita que deseaba conversar conmigo. Nos saludamos y me expresó su interés en que yo celebrara su matrimonio en el mes de noviembre de este año. Su interés se basaba en esta historia:
—Tengo 22 años —me dijo— y cuando mi mamá estaba embarazada de mí, solía escuchar la radio, concretamente su programa en Ritmo Romántica. Cuando era niña, ella me contaba que, cuando me movía en su barriguita, pensando que estaba nerviosa, me hacía escuchar su voz, y yo me calmaba. Incluso después de nacer, continuó poniéndome su programa, y cuando lloraba, su voz me tranquilizaba. Han pasado los años, y la primera persona en la que pensé para que estuviera en mi matrimonio fue usted. Porque desde antes de nacer, su voz ha estado presente en mi vida. Es la primera vez que lo veo, pero quería invitarlo de manera especial para que, en nombre de Dios, sea usted quien nos bendiga en nuestro matrimonio.
Quizás para ustedes sea una anécdota. Para mí, fue un momento de mucha emoción, que una vez más me demuestra que la radio —y ese aparente silencio de cabina— se convierte, en el corazón de los oyentes, en una maravillosa historia de gratitud.
¡El silencio también tiene respuesta!
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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