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Por los caminos del Señor

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Fecha Publicación: 12/07/2025 - 22:10
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Hola… Uno de los problemas que podrían surgir en la comunicación interpersonal moderna es que su rapidez, a veces, no nos permite ver la totalidad de lo que ocurre y, por lo tanto, nos impide acceder a la verdad. Yo veo y juzgo, por lo que me parece que hemos perdido una palabra intermedia, vale decir, yo veo, analizo y luego juzgo. Puede servirnos para ilustrar esta idea la historia que voy a contarte. Tal vez ya la hayas escuchado, pero por algo que me sucedió estos días, me parece oportuno traerla a la reflexión en este segundo domingo de julio.
La historia es muy simple. A una niña le regalaron dos manzanas que, a simple vista, se veían deliciosas, muy apetitosas. ¿Qué pasó? Al poco tiempo de llegar a su casa, la niña le contó a su mamá que la frutera de la esquina le había regalado esas dos manzanas. La mamá le pidió una: “Si fueras tan amable, hijita”. Entonces, la niña mordió una de las manzanas, comió el bocado y, de inmediato, hizo lo mismo con la otra. La mamá la miraba con pena y asombro, pensando: “A mi hija no le he enseñado a ser egoísta”. Pero la niña, como si leyera el pensamiento de su mamá, le dijo: “Mamá, he dado un mordisco a las dos manzanas para comprobar cuál es la más rica y dulce… Toma, mamá, esta es la que a ti te gusta”. La mamá, sorprendida, comprendió que había juzgado mal a su hija. No le dijo nada, pero sintió la satisfacción de saberse amada. Aquel gesto tan sencillo la llenó de emoción.
Esta historia nos deja una pequeña gran lección: no debemos apresurarnos a juzgar a las personas. Es necesario darnos el tiempo de reflexionar, de esperar, y recién entonces sacar conclusiones. La mamá juzgó sin conocer la verdad: su hija la amaba, y por eso hizo lo que hizo.
Reitero lo dicho: hay momentos en los que, ante las acciones de los demás, sin darles un mínimo de reflexión, los juzgamos de manera negativa. Esta semana, por ejemplo, una persona me contó cómo había sido juzgada injustamente, sin que la escucharan ni conocieran la verdad. Le dolió mucho porque el juicio vino de una compañera de trabajo, y esa amistad, probablemente, se rompió. No le dieron la oportunidad de explicar los motivos por los que había actuado de cierta manera.
Estoy seguro de que muchos de nosotros hemos vivido esta experiencia en ambas direcciones: hemos juzgado mal a alguien, o nos han juzgado sin comprender el porqué de nuestros gestos, actos o palabras.
“A tu hijo enséñale la ciencia y su vida será útil; enséñale religión y su muerte será feliz.”
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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