Por los caminos del Señor
Hola…
En la historia de la Iglesia, son miles y miles las personas que la han construido, o mejor dicho, que la estamos construyendo. Hoy celebramos a dos pilares fundamentales de nuestra historia de salvación.
Uno de ellos fue un hombre temeroso e, incluso, si la palabra no resulta demasiado fuerte, cobarde. En un momento decisivo, cuando una mujer en el patio del sumo sacerdote lo enfrentó diciéndole que él era uno de los que acompañaban a Jesús, Pedro lo negó. No fue necesariamente por cobardía, sino por un miedo comprensible; en ese instante entendió que esa era su única salida para “salvar el pellejo”. También es cierto que entendió la mirada comprensiva de Jesús y, según nos cuenta la tradición, lloró amargamente esa traición hasta el final de sus días. Su vida no terminó en la comodidad de la ancianidad, sino que fue crucificado, como nuestro Señor Jesucristo.
Jesús le dijo: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”, y se lo preguntó tres veces. Pedro, según nos relata el Evangelio, se sintió confundido y hasta molesto en la última de esas ocasiones, respondiéndole: “Tú lo sabes todo, ¿por qué me lo preguntas?”. En el fondo, recordaba que, así como afirmaba ahora su amor por Jesús, también lo había negado tres veces. Pedro, en el Evangelio de este día, ante la pregunta de Jesús: “¿Quién soy yo?”, fue el único que respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Entonces Jesús le dijo: “Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
Avanzamos en nuestra reflexión dominical, y nos preguntamos: ¿Quién es el sucesor de este pilar de la Iglesia? Es el Papa, por quien hoy la Iglesia ora de manera especial. Su pontificado apenas cuenta con un mes y veinte días, y se trata del Papa León XIV. No cabe duda de que lo que sigue está marcado por la emoción y la gratitud a Dios, al saber que el Papa León XIV es agustino, y por tanto hermano mío y de todos los agustinos del mundo, ya que ese es el nombre que nos une como miembros de la Orden Agustina.
A modo de anécdota, te contaré que en octubre del año pasado, habiendo compartido una grata reunión en el Dicasterio para los Obispos en Roma con el entonces cardenal Prevost y con mi hermana —quien lo veía por primera vez—, ella me dijo al salir: “Hermano, este hombre tiene cara de bueno y una mirada limpia”.
“Entiende para que puedas creer, cree para que puedas entender”
San Agustín
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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