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Por los caminos del Señor

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Fecha Publicación: 03/05/2025 - 21:30
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Hola…
En nuestra conversación del pasado domingo, recordaba mi experiencia personal con el Santo Padre Francisco durante la Audiencia General de los miércoles en el Vaticano. Antes de despedirme ese día, te anticipaba que continuaríamos hablando sobre momentos bendecidos para la Iglesia a través de la figura del Papa Francisco.
La próxima semana, concretamente el próximo miércoles, todos los cardenales de la Iglesia se reunirán bajo el auspicio del Espíritu Santo para iniciar el Cónclave. Será entonces cuando el Señor dispondrá quién ha de ser el sucesor de Pedro en el presente y en los años venideros.
Apenas tenía yo dos años cuando falleció Pío XII. De su figura, recuerdo el temple que mostró en momentos tan difíciles para la humanidad, como lo fue la Segunda Guerra Mundial.
De Juan XXIII, su sucesor, no solo guardo el recuerdo de una figura bondadosa y sonriente, sino también del legado que dejó en la Iglesia al convocar el Concilio Vaticano II. Todos lo recordamos como “el Papa bueno”, cercano, alegre y —con una expresión muy nuestra— podríamos decir: “con mucha chispa”.
Dos aspectos fundamentales, y al menos muy importantes en su vida, fueron que, aunque fue elegido como un Papa de transición por su edad, dio a la Iglesia una imagen imborrable de bondad. Al mismo tiempo, asentó las bases de la Iglesia que hoy vivimos, al organizar y dar inicio al Concilio Vaticano II.
El Concilio lo dejó en marcha, y a su muerte le sucedió Pablo VI. Otro carácter, otra forma de ser en apariencia, pero que supo estructurar el Concilio Vaticano II y resistir, con valentía y sabiduría, el bamboleo de la Barca de Pedro, que parecía hundirse.
Miles de sacerdotes abandonaron la Iglesia; cientos se comprometieron no con su sacerdocio, sino con luchas laborales y sociales que nada tenían que ver con el espíritu de la Iglesia. Fueron años de una apertura liberal extrema, los años setenta en el mundo. La Iglesia vivía entonces un peligro inminente. No era una guerra mundial, pero sí un cambio radical en la concepción humana y divina.
No solo fue un hombre inteligente, sino un hombre santo. Por eso decimos: San Pablo VI.
En septiembre del 78 le sucedió, por apenas un mes, Juan Pablo I. Sonrió y nos habló de Pinocho. Un día te hablaré más de él, porque fue una estrella muy fugaz, pero muy luminosa.
Tras el Telón de Acero, vino Juan Pablo II para ser Papa siendo jovencísimo, con apenas 58 años. Fue uno de los Papas que más tiempo estuvo al frente de la Iglesia, como el apóstol Pedro.
Benedicto XVI y Francisco sucedieron también a Pedro. No lo olvidemos: un Papa no sucede a otro Papa, sino que sucede a Pedro. Y hay una frase en latín que lo expresa claramente: Ubi Petrus, ibi Ecclesia; ubi Ecclesia, ibi Christus: Donde está Pedro, está la Iglesia; donde está la Iglesia, está Cristo.
¡La tumba quedó vacía, llena tu corazón con Jesús!
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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