Por los caminos del Señor
Hola…
No es lo mismo llenar una hoja en blanco desde una oficina, en este caso del colegio Nuestra Señora del Consuelo, que llenar la misma hoja en blanco en el patio interior de mi casa, al lado de un jardín cuidado por mi padre, con un pozo de agua y un lavadero de piedra donde hace cientos de años lavaban la ropa y abrevaban el agua los ganados, es decir, las vacas y los caballos.
Es una casa de pueblo, cuya estructura tiene cientos de años, con las modernas remodelaciones que son usuales no solo en mi casa, sino también en las casas de la comarca, de la provincia de León, desde donde lleno esta página en blanco para iniciar esta dominical conversación.
Hoy, desde esta casa con historia, inicio una serie de conversaciones dominicales que te llevarán por las tradiciones y relatos de la comarca del río Órbigo.
Me contaron esta historia procedente de la tradición oral de la zona, la cual transmite los conocimientos y valores que se remontan cientos de años atrás:
“Érase una vez un leñador que, al ir a recoger su hacha, no la encontró por ningún lado. Desesperado, buscó por toda la casa, sin éxito. Salió a la calle, enfadado, convencido de que alguien se la había robado.
A pocos metros de su casa, se encontró con un vecino que lo saludó con la cordialidad de siempre. Pero, en su estado de frustración, el leñador interpretó la amabilidad de su vecino como nerviosismo y sus gestos como señales de culpa.
‘¡Él fue quien me robó el hacha!’, pensó, sin dudarlo. Sin embargo, al adentrarse en el bosque, donde había estado cortando leña el día anterior, tropezó con algo duro en el suelo: su hacha. La tomó entre sus manos y regresó a casa, cruzándose de nuevo con su vecino, quien lo saludó de la misma manera cordial de siempre”.
El leñador aprendió la lección y, al igual que hace miles de años, el ser humano no es ajeno a culpar a los demás sin antes investigar y agotar todas las posibilidades.
“Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa, sino lo que ama”.
San Agustín
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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