Por los caminos del Señor
Hola… Hace unas semanas te hablaba de un amanecer en Sorrento, Italia. Desperté en un hotel de esa ciudad, y desde la ventana de mi habitación tuve el privilegio de contemplar algo que había soñado ver desde niño: el imponente volcán Vesubio. Es curioso cómo, en la vida, algunos lugares se graban en nuestra mente y esperamos años para llegar a ellos. Allí estaba, justo frente a mí. Pero sabía que aún me faltaba algo especial: acercarme al volcán y visitar Pompeya. Hoy te contaré cómo fue esa experiencia.
Nos levantamos a las cinco de la mañana. Miles de turistas visitan el Vesubio cada día, así que llegar temprano era esencial para encontrar un lugar donde el autobús pudiera estacionarse. El trayecto comenzó por una carretera angosta que desembocaba en la autopista y finalmente se transformaba en un camino estrecho que nos conducía hacia las laderas del volcán. Al alcanzar la cima, nos recibió una neblina espesa que ocultaba el cráter. Pensábamos que, si aquella niebla persistía, nos quedaríamos sin ver el lugar exacto desde el que, hace casi 2000 años, el Vesubio arrojó la lava que sepultó Pompeya y se extendió hasta el mar Tirreno.
El ascenso no fue sencillo; cada tramo del camino se hacía más empinado y estrecho. Años atrás existió un funicular que subía hasta la cima, popularizado por la famosa canción “Funiculì, Funiculà”, cuya melodía alegre muchos conocemos. Sin embargo, el funicular fue borrado por la naturaleza y nunca se reconstruyó. A las seis de la mañana descendimos del autobús; el frío, la neblina y la hora temprana se combinaban en un ambiente casi místico, apenas iluminado por los primeros rayos del sol.
Con mucho abrigo y una enorme ilusión, comenzamos la caminata. No fue fácil: algunos decidieron regresar a la base, donde el autobús esperaba junto a una pequeña tienda que ofrecía café caliente y chocolate. Pero yo insistí. Mi deseo de llegar a la cima era más fuerte que el cansancio y el frío. El sendero, de tierra y piedra, era transitable, pero la intensa neblina y el frío lo volvían desafiante. La próxima semana, te seguiré contando esta historia…
“Todo en la vida es pasajero, menos el piloto”.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
Contáctanos en el canal de YouTube: @PadrePablo
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.