Por los caminos del Señor
Hola… El domingo pasado te contaba sobre mi llegada a la encantadora ciudad de Nápoles, en Italia. Desde allí partimos hacia la ciudad de Sorrento, no hay mucha distancia entre las dos ciudades. La carretera transcurre junto al mar Tirreno, serpenteando entre curvas y un profundo acantilado. El paisaje, dominado por el verde de la vegetación, ofrece un contraste único entre el azul del mar y la montaña, configurando un cuadro irrepetible. El sol ya comenzaba a ocultarse cuando llegamos a Sorrento, donde íbamos a pasar la primera noche. Ya en la habitación del hotel, preparamos todo aquello que íbamos a necesitar para iniciar la peregrinación al día siguiente.
Al amanecer, alrededor de las 7:00 de la mañana, despertaron al grupo para desayunar y comenzar el tour. Tenía una expectativa especial, pues íbamos a visitar un lugar que, desde niño, tengo grabado en mi mente como uno de esos lugares que algún día debía tener la dicha de conocer. Desde la ventana de la habitación del hotel, entraban los primeros rayos del sol prometiendo un día espléndido. El cielo despejado y el azul del mar Tirreno brillaban, pero lo más bonito sucedió cuando, delante de mis ojos, se encontraba el imponente monte Vesubio. Sabía que lo vería, pero fue sorprendente que lo primero que viera a través de la ventana de este amanecer, en este claro día del mes de octubre, fuera la majestuosidad de este volcán. Recordé con claridad las lecciones de mi infancia, cuando el maestro nos hablaba de este volcán como uno de los más destructivos de la historia de la humanidad.
En el año 79 de la era cristiana, el Vesubio erupcionó, lanzando millones de toneladas de lava que salieron de las entrañas de la tierra, sepultando dos pueblos, Pompeya y Herculano, y asfixiando a la población con las cenizas que desprendía el volcán.
Todo lo que había aprendido de niño sobre el Vesubio y Pompeya seguía grabado en mi memoria, y ahora tenía el volcán Vesubio frente a mí en el amanecer de este día. Horas más tarde, el grupo y yo nos dirigimos al volcán y conocimos la ciudad de Pompeya.
Comparto esta experiencia porque estoy seguro de que a muchos de ustedes, queridos lectores, estas historias que cuento les traen a la memoria gratos recuerdos de niñez y, como sucedió conmigo, pasados los años, un día la historia que comenzó siendo parte de su imaginación puede convertirse en una bella realidad.
Por el tiempo, no te puedo detallar hoy la subida al Vesubio y el paseo de 3 horas por la ciudad de Pompeya, que es otra experiencia, pero en cualquier momento te la contaré.
“El Señor de los Milagros es nuestro CONSUELO”
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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