Por los caminos del Señor
Hola… Te agradezco que me hayas esperado estas dos semanas en las que por haber sido fiestas agustinas, me distraje en temas propios de la ORDEN AGUSTINA, sin olvidarme de aquella historia que comencé a narrarte, vivida hace un mes cuando estaba en mi pueblo, en la provincia de León, España.
Todos los días o casi todos los días de la semana, hacía un recorrido en bicicleta al mediodía por los pueblos aledaños y te contaba sobre la mina de oro de los romanos, los árboles frondosos del camino, la extraordinaria vegetación junto al río Omaña y los puentes que tenía que cruzar en varios momentos a lo largo del camino. El último puente que cruzaba para regresar a mi casa, lo encontré cerrado este año. Yo no sabía la razón, pero la casualidad hizo que un señor adulto de ese pueblo, con quien tuve la oportunidad de conversar, al preguntar la razón por la que estaba cerrado el puente me contara: “Yo trabajé por más de 20 años en las minas de carbón que hay en este pueblo, mi misión era la de forjar un tramado de madera a manera de túnel para que los mineros pudiesen pasar y extraer el carbón. Por lo tanto, por la experiencia vivida yo y mis compañeros sabemos perfectamente fortificar un puente.
Un día, nos pidieron que fortificáramos este puente hecho de piedra y muy bien construido, pero hacía muchísimos años y evidentemente con el paso del agua, sobre todo en invierno que aumenta muchísimo el caudal, se fue carcomiendo.
Lo fortificamos para que aguantase por lo menos 100 años más. Y me dijo con firmeza: “Yo sé de lo que hablo”. Yo mirándole, le pregunté: ¿Y?... El alcalde es un jovencito que no quiso hacer caso de nuestras recomendaciones, pareciera que los ancianos no tenemos opinión en el mundo moderno. Yo le dije: “Pues la verdad, es una pena”.
Continué conversando con este hombre, pero de regreso a casa pensaba y recordaba las palabras del Papa Francisco, quien en tono familiar y coloquial nos dijo hace poco: Valoren la experiencia de los ancianos, no los aparten de sus vidas, pídanles opinión porque la fuerza de la juventud y su empuje no contradice en modo alguno la experiencia y la sabiduría de los ancianos.
“Solo cuando te rompes sabes de qué material estás hecho”.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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