Por los caminos del Señor
Hola… Me acaban de contar esta anécdota sobre tres monjes que viajaron a Turquía porque querían conocer al hombre más sabio del planeta. Cada uno de estos monjes tenía una pregunta vital, que era necesario ser resuelta por un sabio. Eran esas preguntas místicas y existenciales que solemos tener los seres humanos y que buscamos personas sabias que nos den una respuesta satisfactoria.
Pues bien, los monjes llegaron a la cabaña donde vivía el sabio, el primero de ellos se acercó y le preguntó: ¿Dónde está el centro de la Tierra? El sabio contestó: “Exactamente bajo la pata derecha de mi asno, mira la tierra y lo comprobarás”. El monje quedó pensativo y se fue.
El segundo monje se acercó y le dijo: Quiero saber cuántas estrellas hay en el cielo. A lo que el sabio respondió: “Tantas, como pelos tiene mi asno”. ¿Y cómo puedo probarlo? -preguntó sorprendido el monje. A lo que el sabio contestó: “Si no me cree, cuéntelos con total libertad”.
El segundo monje se fue confundido pensando que se había equivocado de sabio, pero aún quedaba un tercer monje, quien le hizo esta pregunta mística y existencial: ¿Cuántos cabellos cree que tengo en la barba? Y el sabio no se quedó callado y le dijo: “Tantos como tiene mi asno en la cola”. ¿Cómo puedo probarlo? -preguntó el monje. El sabio le dijo: “Muy fácil, arranque los pelos de su barba y arranque los pelos de la cola de mi asno, cuéntelos y encontrará la respuesta”. Por supuesto que el tercer monje se unió a los dos anteriores y defraudados regresaron a sus respectivos monasterios.
Terminada esta historia estoy seguro que cada uno de ustedes, amables lectores, tendrán no una sino varias conclusiones; sin embargo, yo me atrevo a pensar en voz alta y poder concluir desde mi punto de vista, que para encontrar respuestas dignas hay que hacer preguntas inteligentes.
Es posible que muchos de nosotros desperdiciemos tiempo haciendo preguntas a la vida, queriendo encontrar respuestas que nos faciliten la felicidad y en realidad muchísimas veces gastamos inútilmente nuestro tiempo en cuestiones que nada sirven para nuestra felicidad. Posiblemente le demos vueltas a algunos temas que al final mirando hacia atrás, vemos que poco o nada sirven las respuestas porque poco o nada valían las preguntas.
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