Por los caminos del Señor
Hola… Hace muchos años, en los colegio, nuestros maestros solían contarnos historias que nos emocionaban enormemente y por ello nos entristecían por su “a veces” final triste, aunque a decir verdad, la más de las veces, estas historias estaban llenas de ternura y siempre cargadas de esperanza.
Una de esas historias era aquella que traían desde la lejana Rusia y que era un cuento muy popular desde hacía cientos de años.
Te lo cuento: En cierta ocasión el Sol y el Viento discutían acerca de cuál de los dos era el más fuerte. Tras una larga discusión, pues ninguno de los dos quería ceder, decidieron someterse a una prueba cuyo resultado debería de establecer definitivamente cuál de ellos era superior al otro.
En ese preciso momento pudieron apreciar a un hombre que transitaba por aquel lugar el cual traía puesto un abrigo y acordaron poner a prueba con él sus respectivas fuerzas: apostaron a ver quién le quitaba el abrigo.
Vas a ver, le dijo el viento, cómo con solo pasar sobre sus hombros le desgarro el abrigo. Entonces comenzó el viento a soplar con una gran energía. Pero mientras más esfuerzo hacía más se aferraba el hombre a su abrigo y a la vez más rápido trataba de caminar. Ello enojó al viento que al sentirse humillado por quien él pensaba inferior, empezó a mandar lluvia, granizo, nieve… pero nada, el hombre con más fuerza se aferraba a su abrigo. Inclusive para protegerse de la inclemencia del tiempo, se levantó las solapas del abrigo para poder protegerse mejor del temporal que el viento estaba mandando.
Ante esto, el sol sonrió y entonces decidió probar suerte. Se asomó por entre las nubes y empezó a calentar la tierra. Entonces el hombre comenzó a sentir calor, detuvo su caminar, su agitación se volvió en calma y el abrigo que con tanto ahínco defendió cuanto le atacaba el viento, ahora con el suave calor de los rayos del sol, ya le sobraba; se lo quitó.
El sol sonrió al viento y le dijo: Ves qué fácil es conseguir las cosas por las buenas.
“El Señor de los Milagros siempre será nuestro Consuelo”.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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