Por los caminos del Señor
Hola… Hay una frase que al escucharla me ha hecho entender que muchos de nosotros, aunque nos cueste creerlo, no somos los héroes de la historia, sino que somos los villanos. Esto viene al caso porque alguien descubrió en el famoso cuento de Caperucita Roja, como todo el mundo tiene muy claro, que la mamá era una persona muy cuidadosa con su hija y con la abuela. La abuela era una persona cariñosísima, llena de afecto y de manera muy especial con su nietecita, cuando le iba a visitar. El cazador en el cuento aparece como un hombre dispuesto a defender cuanta causa se le presentara y ni qué decir de la protagonista, nuestra querida Caperucita Roja, quien era un dechado de virtudes. Pero como decíamos al inicio de esta conversación, en los cuentos siempre tiene que haber un malo y en este caso el único personaje que queda es el lobo feroz. Pero alguien alguna vez se preguntó si de toda esta historia, alguien le ha consultado al lobo qué fue lo que sucedió en realidad, porque de él todo lo que sabemos es que quería engañar a una humilde niña, comerse a una abuelita, pelear contra un cazador y que sus días terminaron en el fondo del río.
Definitivamente no es mi intención destruir el bello cuento que desde niños hemos escuchado, porque qué pasaría, no en el cuento sino en la vida real, si escuchando a quien no le dejamos hablar nos da otra versión de los hechos, por ejemplo que el lobo nos diga que la trama de la historia era robarle las joyas a la abuela y echarle la culpa a él.
Dejamos esta historia para concentrarnos en algo que nos puede suceder a muchos hoy en día y es juzgar a las personas con una inusitada rapidez, simplemente porque alguien nos contó algo que no hemos contrastado con la realidad y simplemente de un falso testimonio definimos un injusto veredicto.
En un mundo como el nuestro, donde los “borbotones de información” son infinitos por la sencilla razón de que tenemos al mundo en nuestras manos a través del celular, hoy más que nunca al no ser fácil contrastar el hecho con la veracidad, deberíamos ser un poco más cautos.
“Por más lejos que hayamos llegado, el ideal está siempre más allá” San Agustín.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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