Por qué la censura no es una opción en democracia

En un lamentable episodio para la democracia peruana, el Ministerio de Cultura ha decidido quitarle la calificación de espectáculo cultural no deportivo, que en la práctica implica una censura, a una obra de teatro presentada en el festival “Saliendo de la Caja”, organizado por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Esta medida, respaldada por la misma universidad, que canceló todo el festival, no solo representa un atentado contra la libertad de expresión, sino también un contravalor al concepto de participación democrática.
La censura es, por definición, una herramienta de los regímenes autoritarios. En una democracia moderna, limitar la expresión cultural mediante actos de censura no solo perjudica la posibilidad de que los ciudadanos ejerzan sus derechos fundamentales, sino que también abre la puerta a más restricciones similares en el futuro. Esto pone en riesgo no solo la libertad de expresión, sino también otros derechos ciudadanos, sentando un peligroso precedente.
En este caso, el comunicado del Ministerio de Cultura pone en evidencia una preocupante injerencia política en el ámbito cultural. Además, el comunicado del MINCUL argumenta que la Dirección de Industrias Culturales y Artes otorgó la calificación de espectáculo público cultural a la obra sin el conocimiento del viceministerio del que depende esta dirección ni del despacho ministerial, es decir, del ministro. Esto no solo refleja una carencia de organización interna, sino que también introduce la idea de una revisión excesiva de los planteamientos culturales y artísticos, lo que podría convertirse en un mecanismo sistemático de censura.
Además, la idea de que cada solicitud para realizar un evento artístico-cultural deba pasar por las máximas autoridades ministeriales carece de sentido y contradice el funcionamiento eficiente de cualquier institución estatal. El comunicado del MINCUL también menciona que se están evaluando “medidas correctivas pertinentes”, poniendo en riesgo la seguridad jurídica de los funcionarios que aprobaron un trámite regular. Se debe recordar que, en el Perú, el procedimiento para autorizar espectáculos culturales es una formalidad que no otorga al Ministerio la potestad de determinar la “aceptabilidad” de una producción cultural.
Por otro lado, la decisión de la PUCP de cancelar el festival también plantea interrogantes. Si bien la universidad expresó disculpas públicas y reiteró su compromiso con los principios católicos que la rigen, su alineación con la censura impuesta por el Ministerio de Cultura implica una preocupante respuesta política frente a un hecho cultural. Esto no solo pone en riesgo la libertad de participación cultural, sino también el derecho a la libre expresión de sus estudiantes.
La censura, además, no es compatible con la Constitución peruana, que garantiza el derecho de expresión y promueve un Estado laico. Según este principio, el Estado no puede imponer una visión determinada ni limitar las manifestaciones culturales que incomoden a ciertos sectores de la población. Por el contrario, debe protegerlas como una expresión del pluralismo inherente a una sociedad democrática.
Finalmente, es importante reflexionar sobre las consecuencias de aceptar la censura. Este tipo de medidas no solo afecta al sector cultural, sino que también fortalece la narrativa de que el Estado tiene el derecho de controlar lo que los ciudadanos pueden ver, escuchar o expresar. En un contexto global donde las democracias enfrentan amenazas crecientes, es fundamental defender la libertad de expresión como un pilar innegociable.
El episodio reciente debe servir como una llamada de atención para la sociedad peruana. Si se permite que la censura prevalezca, estaremos debilitando los principios democráticos que tanto nos ha costado construir. En democracia, la diversidad de voces, ideas y expresiones es una fortaleza, no una amenaza. Proteger el arte, incluso cuando incomoda, es proteger nuestra libertad.

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