¿Por qué no habrá un baño de sangre en Venezuela?
El dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, amenazó con la inminencia de un baño de sangre, si acaso pierde las elecciones el domingo 28 de julio. Esa es la única posibilidad lógica por la cual lo dijo; sin embargo, se trata de una aseveración que desnuda hipocresía al por mayor porque Maduro cuenta con un dominio completo del inminente proceso electoral, lo que permite concluir que, al final del día, será proclamado ganador de unas pseudo elecciones hechas a su antojo.
El fraude es lo único absolutamente cierto porque cualquier candidato de oposición, en el marco de una contienda limpia, sencillamente le gana a Maduro. En Venezuela todo el aparato coercitivo (amenaza) y coactivo (uso de la fuerza), está en manos del dictador, que se mantiene en el poder gracias a la cúpula militar con Diosdado Cabello, a la cabeza, que es realmente con quien, junto a otros generales, gobierna el país desde del fallecimiento en 2013 de Hugo Chávez, su mentor. La oposición y la población han salido a las calles en diversas jornadas cívicas de lucha contra el régimen durante los últimos 11 años, pero eso es distinto a que se hayan podido organizar para llevar adelante un enfrentamiento armado contra Maduro en lo que técnicamente se denomina conflicto armado interno o también conocido como guerra civil por el derecho internacional.
La gente sabe muy bien que Maduro cuenta con un sistema de neutralización y de aplastamiento implacables de cualquier intento de insurgencia, que es un derecho ciudadano para levantarse en armas contra un gobierno usurpador-, en marcha y sabe también que su ensañamiento por su resultado es mayor y por eso, además, desde hace buen tiempo el dolido y frustrado pueblo venezolano, se decide por abandonar el país, por lo que no será un secreto advertir una nueva ola migratoria por la región y por otros continentes.
No es que el pueblo venezolano sea cobarde y no afronte. Nada de eso. La gente ha venido resistiendo estoicamente pero también es cierto que conoce de memoria a Maduro y que el dictador tiene en sus manos el destino de más de 32 millones de venezolanos, es decir, cuenta con un poder realmente avasallador y destructor.
Digamos la verdad: no habrá guerra civil ni baño de sangre de alguno. Seguramente algún nivel de violencia por la evidencia del decantado resultado, pero eso pasará y, en cambio, el régimen encarcelará en Ramo Verde, convertido en el símbolo de represión de la dictadura-, a los líderes más visibles o de aquellos que considere un completo obstáculo en sus planes de perpetuación en el poder. Maduro sabe que no cuenta con ningún otro escenario posible para su futuro que no sea la cárcel -ha sido acusado de violación de derechos humanos ante la Corte Penal Internacional (delito de lesa humanidad)-, o hasta la muerte como ha pasado con otros dictadores en América Latina como Anastasio Somoza de Nicaragua, por ejemplo. Venezuela, tal como está el día de hoy, ni siquiera es un Estado fallido, es decir, no es un Estado fallado, porque si algo tiene el país es que cuenta con un control del poder político y militar por Maduro, y por tanto, se conoce perfectamente quien tiene el monopolio del uso de la fuerza, una realidad que no se puede advertir en los referidos Estados fallidos en los que se impone el caos y el desorden, sin poder identificar a la autoridad central.
Todos sabemos muy bien que Maduro es quien manda en el país llanero y desde luego que lo hace amparado en la pistola que apunta en la sien del propio pueblo venezolano. Por todo lo anterior, el baño de sangre es solamente la retórica intimidatoria del dictador que sabe que por una derrota electoral sus días y la de sus compinches, que lo sostienen, estarán contados.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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