¿Por qué son confusas las reformas?
¿Se han percatado que las reformas políticas propuestas por el Ejecutivo no tienen un plan de marketing público bajo el brazo? ¿Se han percatado que las observaciones del Legislativo tampoco? ¿Se han preguntado por qué nadie tiene claro aún cuáles son los objetivos y beneficios concretos de su implementación?
La diferencia entre un plan de marketing público y una campaña de comunicación política o electoral es que la primera busca que las acciones que realiza el Estado sean comprendidas por el ciudadano, previendo distintos escenarios para sus consecuencias, buscadas y no buscadas; mientras que la segunda simplemente busca un impacto mediato y puntual: obtener popularidad o votos, lo que no requiere –necesariamente– de una comunicación estratégica y sostenida.
Esta parece ser la encrucijada que viven hoy los tres poderes del Estado. Sus líderes y voceros entran en pugna y se desgañitan a diario dando versiones parciales y limitadas del sentido de las reformas, sin compartir una narrativa común bajo conceptos básicos sobre los cuales edificar el nuevo sistema de administración del poder y de la justicia.
Esta es la razón por la cual muy pocos peruanos entienden lo mismo cuando utilizamos conceptos como “justicia”, “fiscal”, “juez”, “democracia”, “político”, “transparencia”, “corrupción”, “voto / elección”, “representación”, “fiscalización”… En fin, todo ese conjunto de conceptos sobre los cuales debemos tener, por lo menos, una narrativa común, antes de iniciar reformas mínimas. Lamentablemente, las iniciamos sin habernos puesto de acuerdo sobre los objetivos y lineamientos que servirán de cimiento a la estructura que queremos diseñar.
No hay peor estrategia, por cierto, que pretender ponernos de acuerdo a punta de titulares y portadas de periódicos. Resolvamos primero cuál será el ABC de las reformas. Si seguimos por este camino, los ciudadanos seguirán apartándose de soluciones democráticas e institucionales, y cuando menos lo pensemos estaremos enfrentando soluciones que se imponen por el mayor grito o la fuerza bruta.
Este es el momento indicado para que los ‘think tank’ académicos y empresariales hagan propuestas institucionales. Este es el momento de sentarse con los poderes del Estado. Este es el momento de definir una agenda común… ¿Acaso es mucho pedir? No más reformas confusas.