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¿Por qué soy un activista político y cultural?

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Fecha Publicación: 08/06/2023 - 21:30
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¿Por qué soy un activista político y cultural? Porque asumo el imperativo moral de representar al hombre ilustrado, que ejerce públicamente su razón legítima, en defensa del hombre y de los valores de la modernidad. Immanuel Kant, en 1784, y Michel Foucault, doscientos años más tarde, se plantean la pregunta: ¿Qué es la ilustración? Sus respuestas son convincentes: ser ilustrado es ser activista. Exactamente, en el sentido de lo contrario de ser quietista. Es decir: soy activista porque soy un hombre libre, y por la exposición pública de mi razón.

Soy activista porque intento pensar por mí mismo, y no repito lo que dice el gran otro. Soy activista porque tengo principios, posición. Soy activista porque asumo el agonismo, el peligro, de pagar el precio por disentir. Por supuesto, ser activista es peligroso. Kant lo advirtió: el que expone, defiende, públicamente su pensamiento, puede ser excluido y hasta recluido. Pero, es más peligroso tener una sociedad quietista.

En suma, soy activista porque asumo el deber de comportarme como hombre ilustrado, kantiana y foucaultianamente, en cuanto a ser mayor de edad. Foucault le da la razón a Kant, en cuanto a que la ilustración es “salir de la minoría de edad”. Ser un activista político y cultural ilustrado es ser un sujeto que encuentra su significación en el ejercicio libre de su pensamiento crítico sobre las instituciones, las normas y el poder.

Foucault, haciendo referencia al texto kantiano, dice: “La reflexión sobre el hoy como diferencia en la historia y como motivo para una tarea filosófica particular me parece que es la novedad de este texto. Y considerándolo así, me parece que se puede reconocer en él un punto de partida: el esbozo de lo que se podría llamar la actitud de la modernidad”.

El último Foucault consagró su trabajo académico a la arqueología y a la genealogía de la modernidad, de su racionalidad política y de su política de la razón. Por eso, relee a Kant, y ensaya una respuesta a la misma pregunta sobre la ilustración, porque también asume el deber de defender la sociedad. Por supuesto, la razón tiene un uso ilegítimo: la heteronomía, expresada en la alocución “pienso, pero obedezco”.

Kant cree que una obediencia como esta corresponde a lo privado, no a lo público. Esta es, nuevamente, la época del ethos de la ilustración. Precisamente, Foucault define a la ilustración como “...un ethos filosófico que se podría caracterizar como crítica permanente de nuestro ser histórico”. Entiende que la modernidad y, por tanto, la ilustración, es un espíritu, una actitud. Creyó que había que evitar caer en la exigencia de estar a favor o en contra de la modernidad, pero es que su tiempo fue de mayor normalidad, y no asistió al proyecto progresista actual. Todos, y cada uno de nosotros, debemos ser activistas de la razón de nuestro propio proyecto histórico, humano.

Foucault, como Kant, dice que la filosofía moderna entiende al presente como un cambio epocal, un punto de transición hacia un mundo nuevo. Foucault piensa que la ilustración es, fundamentalmente, abocarse hacia “los límites actuales de lo necesario”. Su posición es absolutamente contemporánea respecto de lo que debería ser el gran debate de la filosofía política actual, pues, en su defensa de los límites, podría oponerse el proyecto transhumanista, puesto que no es necesario para nuestra construcción como sujetos autónomos.

Se requiere reflexionar sobre los límites, y establecerlos. O mejor, luchar para establecerlos. Foucault insiste en los límites: “No sé si hace falta decir hoy que el trabajo crítico todavía implica la fe en la Ilustración; pienso que sigue necesitando el trabajo sobre nuestros límites, es decir, una labor paciente que le dé forma a la impaciencia de la libertad”.

Ser un activista político y cultural, como un hombre ilustrado, es reivindicar al Foucault moribundo. Kant cree que el hombre puede alcanzar la mayoría de edad, y aunque Foucault duda de que podamos alcanzar tal mayoritarismo, ocurre que hoy el progresismo y su proyecto transhumanista arroja al hombre de la mocedad, como al intelectual de su torre de cristal. Soy un activista político y cultural porque asumo públicamente el imperativo moral de representar la razón del hombre ilustrado.

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