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¿Por quién debemos votar?

Fecha Publicación: 23/11/2019 - 21:00
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El origen del Parlamento, como institución fundamental de un Estado, la encontramos en Inglaterra desde tiempos muy remotos -siglo VIII- cuando el poder de aconsejar al rey que tenían la nobleza y el clero, se extendió a los representantes del “Estado llano” y poco a poco fue adquiriendo más solidez, hasta llegar incluso a decidir la suerte de un monarca.

Más tarde, se crea la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes, para distinguir entre aquellos que tenían más injerencia y peso en las decisiones más importantes de gobierno y, los que tenían menos; el Parlamento se dividió entre la Cámara Alta, en manos de los nobles y la Cámara Baja, en manos de los burgueses, de las distintas regiones.

Nuestro Congreso de la República –actualmente unicameral- tiene sus raíces en la institución parlamentaria inglesa que se importó a Estados Unidos y luego a las modernas democracias, tanto monárquicas como republicanas que la han asumido con distintas variantes, más de forma que de fondo.

Recordar los inicios del Parlamento, ayuda a contextualizar y devolver a esta institución su real validez. La constante “caricaturización” que se hace de ella, comparándola con un circo, desdibuja la imagen real que le corresponde en toda democracia. Llegándose incluso a estar de acuerdo, como ha sucedido en nuestro país, con el cierre de esta institución que nos representa a todos los votantes y, sin la cual, no hay balance de poderes, sino un “monopolio del poder político”.

El Parlamento, si bien tiene tres funciones muy definidas: representar, legislar y ejercer fiscalización o control político del Gobierno, es sobre todo un espacio representativo. En nuestro caso, el Congreso Unicameral representa a las regiones del país, en un número, directamente proporcional a la cantidad de habitantes de las mismas. Es por ello que Lima, tiene la mayor representación.

La función representativa es tal vez la más olvidada, prueba de ello es que conocemos a los congresistas, más como legisladores que como “representantes”. Además, muy poco sabemos de este trabajo que deben realizar, principalmente, en cada una de sus regiones. Y, aunque no lo ha dicho una empresa encuestadora, nos atreveríamos a afirmar que muy pocos ciudadanos han asistido o conocen lo que es una audiencia pública.

Peor aún, cuando elegimos a nuestros representantes, lo hacemos en general con poco conocimiento y casi siempre bajo su imagen mediática o sugestiva, más que real; es por eso que muchos llaman a postular a artistas, deportistas o personajes de la farándula. Hay un gran alejamiento entre los parlamentarios y los ciudadanos, producto del desconocimiento.
En teoría al menos, las agrupaciones políticas difieren por su ideología, en la visión que poseen del Estado/nación; por tanto, aunque la mayoría no tengamos una militancia partidaria, los ciudadanos debemos poseer con claridad una definición de persona, de familia, de sociedad, de Estado; las mismas que se van a respetar o despreciar, de acuerdo a las acciones políticas de la representación nacional en el Congreso.

¿A qué candidato o candidata elegir? A quien conocemos como persona honesta y proba, como líder de una comunidad, como activista de una causa y defensora de las ideas o ideales que coinciden con nuestro punto de vista, con nuestro concepto integral de ser humano, de familia, de sociedad y de Estado. “Después de la función, ya no hay ensayo”, hasta cinco años más tarde.

(*) Profesora CENTRUM PUC