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Pregunta sin respuesta

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Fecha Publicación: 06/10/2020 - 19:50
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No entiendo por qué el gobierno no sincera la cifra de fallecidos por el Covid-19, pese a haberlo anunciado reiteradamente, pese a que sus máximas autoridades han señalado que la cifra no es auténtica. Es tan sencillo darse cuenta al mirar la Sala Situacional del Minsa, que si la cifra más elocuente y necesaria -la del número de fallecidos- no es verdadera, quién garantiza que las otras lo sean, por ejemplo, el número de recuperados u hospitalizados.

Además el procesamiento de esta cifra ha sido tan torpe que, reconociendo la abismal diferencia entre los fallecidos reportados oficialmente y los reales, se hizo un pequeño ajuste, asegurando que unos días venían otros más, hasta llegar a la cifra real. Pero, increíblemente, allí quedó la cosa.

Ruben Mayorga, representante de la OMS/OPS en el Perú, me dijo en un especial aparecido en este diario que el Perú “ha creado un comité para evaluar el cambio a reportar según las recomendaciones de la OPS/OMS. Miembros de nuestro equipo están apoyando a dicho comité”. Si hay recomendaciones del organismo de la salud mundial que el Perú no ha seguido ni sigue y si se ha creado un grupo de apoyo para que lo haga, no se entiende por qué hasta ahora no se corrige ese error descomunal. Además, tampoco se entiende cómo la prensa en general no lo reclama, cuando en todos los países del mundo manejan la cifra real que triplica la oficial, cuando menos.

Viene, es casi seguro según expertos, una segunda ola del Covid-19 y es momento de acabar con esta mentira que no beneficia a nadie, salvo a quienes la promueven o la dejan estar seguros de que la población ya se la creyó o se la creerá en algún momento por aquello de que ”miente, miente que algo queda”.

Precisamente, la Organización Panamericana de la Salud en su documento: Gestión de la Comunicación e Información en emergencias y desastres, señala que la comunicación es clave “porque se busca y se necesita para tomar decisiones, para ganar o perder visibilidad y credibilidad y sobre todo, para poder brindar una respuesta oportuna, rápida y adecuada a las personas afectadas por un desastre o emergencia”. Señala también que su principal característica es la veracidad, es decir, “La información debe ser precisa, coherente y basada en metodologías serias, validada por fuentes externas y analizada dentro del marco contextual adecuado”. Para el comportamiento del equipo comunicacional demanda: actitud y comportamiento proactivo, transparente y participativo.

Quien quiera enseñarnos una verdad, que no nos la diga: que nos sitúe de tal modo que la podamos descubrir nosotros mismos, dice Ortega y Gassett. Y así ha hecho la sociedad peruana, sus médicos, sus especialistas, sus estadísticos, sus periodistas más destacados, buscando en fuentes confiables, confrontando datos, verificando. Todos tienen esa verdad menos quienes deberían tenerla. O tal vez la tienen y no la divulgan, lo que es peor.

El Covid, más temprano o más tarde, pasará. Pero esa cifra escandalosamente baja de fallecidos quedará en la memoria viva de una pandemia que desnudó todas nuestras carencias y debilidades.