Presidenta Boluarte en rebeldía
La presidente Dina Boluarte, además de no tener palabra de honor, ha demostrado tan insoportable desprecio por la opinión pública, que la descalifica como primera figura de la República. Boluarte ha venido engañando a la ciudadanía con la tragicómica comedia de unos relojes de lujo que, desde hace varios meses, decidió sacar al fresco luciéndose en cuanta ocasión tuviera para exhibirlos como trofeo de nadie sabe qué. De la noche a la mañana, Boluarte escaló súbitamente en estatus social mostrando unas joyas vestidas de relojes que pocas personas pueden darse el lujo de tener. Alhajas excesivas para el nivel socioeconómico de la segunda ex vicepresidente del comunista, golpista, ágrafo y corrupto Pedro Castillo; y correveidile de Vladimir Cerrón, un marxista forjado durante dieciséis años en La Habana, ahora prófugo de la Justicia hace ciento setenta y tantos días, tras ser condenado por corrupción. Ojo. Boluarte le organizó una colecta a Cerrón por algunos cientos de miles de soles, para que cancele la Fianza que le demandaba su sentencia a efectos de evitar la cárcel, en tanto culmina su proceso judicial por robarle millones de soles al Estado mientras ocupó el cargo de Gobernador de Junín. Aparte de este vergonzosa currículo en el campo político, amenizado con claras intervenciones de carácter extremista durante aquellos llamamientos al caos y la destrucción del Estado denominados “consejos de ministros descentralizados” –materializados por el ahora reo Castillo y su partenaire, Aníbal Torres– Dina Boluarte es, evidentemente, una doña nadie, a quien le tocó la suerte de reemplazar al corrupto Castillo para convertirse en la primera jefa de Estado del país, sin saber leer ni escribir sobre las responsabilidades que implica asumir semejante cargo. Razón fundamental por la cual, cada día, en el Perú se ahondan más el caos y la desesperanza que crea esta persona neófita como presidenta del país.
Analicemos la situación de Boluarte. Ella solita se ha metido en un follón de proporciones tectónicas, portando en sus muñecas unas joyas de oro trufadas con piedras preciosas, cuyo costo jamás habría podido sufragar de su bolsillo. La Contraloría explica que hay desbalance patrimonial; pero Boluarte hace mutis por el foro. Más aún, ha mostrado un desprecio intolerable por la opinión pública, negándose a brindar explicaciones sobre un asunto que tiene ya ribetes de escándalo. Despropósito que, sin la menor duda, dada la seria coyuntura de crispación social que subyace en toda la sociedad, fácilmente podría conducirla rápido a la vacancia. La semana pasada anunció que no haría declaraciones públicas, sino que lo haría ante el Ministerio Público. ¡Sin embargo, tres veces seguidas se ha negado a hacerlo! Su más reciente arrogancia y menosprecio por el Estado de derecho –que ella está obligada a cumplir, dando el ejemplo como jefe de Estado– ha sido ignorar al Ministerio Público desairándolo tres veces seguidas en un mismo día. Está insoportable conducta ha colmado la paciencia de la clase política, y llevado al Fiscal de la Nación a calificar de “Rebeldía” la inconducta de Boluarte. ¿Hasta dónde llevará su contumacia Dina Boluarte?
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