Presidenta Boluarte, no se entregue a sus consejeros
“Quien actúa desde la soberbia es incapaz de conectar con las necesidades reales de los ciudadanos” (Imelda Rodríguez Escanciano).
Esta frase me parece propicia para llamar a la reflexión, si me lo permite, a la jefa del Estado, Dina Boluarte, que, en mi opinión —y estimo que en la de muchos—, se le percibe intemperante y, al mismo tiempo, por períodos, indiferente o ausente de los graves problemas nacionales.
Bastaría echarle un vistazo a determinadas noticias de los últimos días, que han herido la susceptibilidad de un gran sector de la ciudadanía —por no decir causado indignación—, como aquella desafortunada frase: “No necesito sus lágrimas, señor”, en respuesta al corresponsal de Panamericana Televisión que, días atrás, había clamado en medio de lágrimas por ayuda para su región, Amazonas, devastada por incendios forestales.
Esa respuesta, vista la reacción de los lugareños y de la opinión pública, pudo haber sido retirada por la mandataria o haber tenido el gesto de disculparse, como muestra de empatía con los damnificados y deudos de las personas fallecidas a causa del siniestro.
También está su mensaje a la Nación del miércoles 18, mostrando su malestar por la negativa del Congreso de la República de aprobar su solicitud de viaje a EE. UU., en medio de la emergencia por los incendios forestales desatados en 22 regiones del Perú.
Dicho sea de paso, esta emergencia fue negada por el Ejecutivo hasta horas antes de dicho mensaje, pero solamente para las regiones de Amazonas, San Martín y Ucayali. Como sabemos, los legisladores consideraron inoportuno tal viaje, habida cuenta también de la inexistencia de un vicepresidente que asumiera “en persona” su despacho.
En este mensaje en señal nacional, no hubo una sola referencia a la emergencia por la situación de gran parte del Perú, en llamas, ni por las familias enlutadas, siendo recibido por la ciudadanía como un mensaje desconectado de la realidad. Si se quiere, fue una reacción de causa y efecto hacia el Congreso, por haberle negado el embarcarse en otro periplo más, lo que ella llamó una “afrenta”. El no viajar al exterior parecía, en ese momento, su prioridad.
Finalmente, en su último mensaje a la Nación, del pasado viernes 20, a propósito de deslindar un supuesto uso indebido del cofre presidencial, se mandó con una frase impropia para la investidura de una mandataria. Me refiero a: “Fabriquen algo más inteligente, y no historias de Chucky con su novia”, banalizando la seriedad de un delicado caso que es materia de investigación.
Señora Presidenta, le hago una sugerencia sana: no se entregue a quienes le redactan sus mensajes y discursos públicos. Parecen hacerlo con el hígado.
No abonan a su imagen y, por el contrario, le generan una alta resistencia en su aceptación, que bordea entre el 89% y el 91%, según Ipsos y Datum, respectivamente. Sus consejeros —se entiende, en primer orden, sus ministros de Estado— no parecen tener vena política y podrían estar orientándola a reaccionar como si fuera usted una ciudadana común y no la jefa de Estado y de Gobierno que es, frente a la crítica y situaciones de crisis.
La soberbia es mala consejera: obnubila la razón, te hace creer que el poder es eterno, te desubica en tiempo y espacio, te hace ver a quienes discrepan como enemigos personales y a la prensa como entorpecedora de su función. No se deje seducir por ella.
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