Presidente Castillo, brújula para gobernar
Ni Platón ni Aristóteles fueron “cojudignos” cuando postularon que los mejores, los sabios y los filósofos deberían gobernar o por lo menos estar al lado de un gobernante. Lamentablemente en el tiempo y en toda época no siempre este consejo ha sido escuchado, menos practicado.
En Perú la norma general de los presidentes ha sido rodearse de mediocridad y de colaboradores que más parecían negociantes de la “res pública”, terminando los entornos palaciegos como cómplices de la corrupción. Era claro para Platón y Aristóteles que la existencia de la “polis” debía generar las condiciones de un pensamiento racional sobre la praxis política. Sin embargo, han pasado más de dos mil años y los políticos (de centro, derecha o izquierda) siguen cometiendo los mismos errores.
El principal de ellos: no escuchar sanos consejos y no gobernar con inteligencia ni racionalidad, condiciones de una buena gestión pública; y las buenas gestiones públicas no son consecuencia de ideologías extremistas de la diestra ni de la siniestra. Asimismo, otros dos grandes defectos de los hombres de Estado es marearse con las nubes que creen pisar y hacer de la soberbia el pan de cada día. Esto aplica para presidentes, gobernadores regionales, alcaldes, entre otros funcionarios de burocracias doradas, propias de organismos estatales donde sus jefes ganan hasta cuatro veces más que el presidente de la República o los congresistas.
Es urgente que el primer mandatario, profesor Pedro Castillo, y Guido Bellido como presidente del Consejo de Ministros, salden viejas cuentas con el pasado inmediato, sobre todo tomando conciencia que tienen el timón del país y que las entelequias de la campaña electoral, en primera o segunda vuelta, no son buenas consejeras para la conducción del Estado. Ellos, acompañados de sus más cercanos colaboradores, como los secretarios generales de Palacio y la PCM, tienen que romper amarras para gobernar con sapiencia, racionalidad y humildad, cortando por lo sano donde haya que cortar.
El país está al límite para reinventarse democráticamente en defensa de la libertad de todos los peruanos, para terminar de inmediato con la espada de Damocles castro-chavista sobre la cabeza de 32 millones de peruanos, la que genera más incertidumbre que la propia pandemia. Esto tiene que hacerse prácticamente en días, pues de lo contrario el desmoronamiento político y económico pasarán una enorme factura que postrará al Perú para los próximos veinte años.
@RafaelRomeroVas
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