Primer mes
Y… sí… fue una misa que sintonizó con esta temporada de reencuentros, coincidencias, regresos, hallazgos que tienen ese curioso y extraño toque con un algo de mágico… magia sin sombrero bastoncito ni conejo. Toque que no es asunto de todos los días, pero tiene tono de tema conocido, muy de mi sembrío y cosecha. Cosecha de la que algunas veces hacemos conversación, otras la prefiero guardar para no despertar la sonrisita de burlona incredulidad no disimulada porque no lo han experimentado y si les tocó o llegó no le pusieron antena y se les escapó. También lo dejaron escapar. Algo de esta magia estuvo presente el pasado martes 17 en la tercera misa que escuché en Cristo Rey, iglesia inaugurada el 31 de octubre de 1943 en la parroquia creada por los padres Pasionistas en Santa Beatriz cuando ya se lucían varias importantes casonas dando prestigio a la primera urbanización residencial creada en Lima fuera del antiguo perímetro cautelado por las demolidas murallas virreinales. Fue el presidente Augusto B. Leguía quien en 1921 como homenaje a la Independencia del Perú la fundó en terrenos de la antigua hacienda Santa Beatriz con el pequeño bosque en que realizaron prácticas los heroicos combatientes que enfrentaron a las tropas chilenas en la batalla de Miraflores. Sus nombres dados a las calles recién trazadas completaron el homenaje y recuerdo ofrecido por el presidente del Perú.
En la primera y tercera misa que escuché en Cristo Rey, iglesia proyectada con elementos y detalles góticos, comparto un motivo. Una hermana. A la primera, 1961, fui por el matrimonio de mi hermana mayor Clotilde con Napoleón Delgado, propietario de la Casa de Novios Napoleón Delgado. Entonces muy conocida por el excelente servicio de catering y la confección y alquiler de trajes para novios o cualquier ocasión. Los siempre satisfechos clientes podían tener desde los zapatos a la corbata para el terno frac o el smoking. Ellas igual, encontraban el zapato, el velo, la cartera, vestido, sombrero y, si la temporada las pedía, escogían entre las estolas y sacones de buenas pieles. Sus camionetas, identificadas con la pareja de novios y Napoleón Delgado, recorrían Lima cumpliendo con el catering que llegaba a bodas, recepciones, cocteles en casas particulares, oficinas, fábricas y embajadas. Fue Napoleón quien, naturalmente, atendió el saludo en salón de la iglesia y luego el almuerzo en el Círculo Militar, Portal Zela, Plaza San Martín. Mi padre fue oficial de Caballería.
En la tercera misa, recordamos el primer mes del fallecimiento de Lidia Bonilla Tello, hermana de mis amigos Napoleón, Alfredo y Andrés Lenin, hijos de Lidia Tello Moncada y Alberto Bonilla Cienfuegos, hombre de prensa con importante trayectoria como corresponsal de ANSA y periodista político. En la revista OIGA fue redactor político y entrevistador. Víctor Raúl Haya de la Torre le concedió su última entrevista. Alberto trabajó con Paco Igartua hasta 1980 cuando Enrique Zileri lo jaló a Caretas para ser Editor y Jefe de la sección Mar de Fondo y la Entrevista Semanal. Falleció en 1992. Con Andrés compartimos faena en OIGA y el semanario Misión.
La misa para Lidia tuvo un toque especial con esa atmósfera casi mágica dada por la iluminación y el profuso y bien logrado arreglo de flores blancas rodeando el altar y la mesa con la fotografía y urna con las cenizas de Lidia. Sus compañeras de promoción, 1967-1978 en el Colegio Montessori, de Santa Beatriz, Tita Abad Lanata y Ruth Cevallos, apoyo y cercanía con Lidia mientras duró su enfermedad, fueron las organizadoras. En el salón, para el saludo, Tita, que hace catering, se lució con los sanguchitos, alfajorcitos y turrón de chocolate, los escogió en formato mignon, estuvieron buenísimos.
Además de los muchos detalles y similitudes coincidentes en el matrimonio de mi hermana Clotilde y la misa por Lidia, en la iglesia de Cristo Rey con sus acentos góticos, sintonicé con la Virgen instalada en su pabellón, tan sobria en su vestido, mantilla y el corazón con un solo puñal de dolor bajo la deslumbrante corona de aureola imperial. Me recordó a la Macarena de Tacna. También sintonizamos con el compañero de banca, con quien nos dimos la paz y al final de la misa se acercó al altar para pedir la bendición al padre que ofició con ornamento verde. Aceptó, nos la dio. El la recibió para el pequeño Niño Dios que llevó en su cajita cuna. Se despidió con gran sonrisa. Yo la recibí para el sobre con los resultados de unas radiografías. Salí muy contento.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.