Productividad en la era de la IA
La tecnología ya no es una herramienta, es el entorno en el que vivimos; uno que moldea nuestras decisiones, rutinas, emociones y formas de pensar. La inteligencia artificial (IA) no es un invento del futuro, actúa silenciosamente en cada búsqueda, recomendación y anuncio que recibimos. Si no aprendemos a comprenderla y utilizarla conscientemente, pasaremos de ser usuarios a ser utilizados.
La inteligencia artificial aprende rápido de nosotros, y no es neutral porque refleja las intenciones y los datos de quienes la alimentan. Frente a ella, nuestra respuesta no debe ser el miedo, sino la inteligencia humana organizada, la que crea, se equivoca y aprende. Sin educación crítica, la ciudadanía no tendrá cómo defenderse ante algoritmos que deciden por nosotros. El riesgo no es que la IA nos reemplace, sino que adormezca nuestro pensamiento y nos vuelva obedientes sin darnos cuenta.
La clave no está en rechazar la tecnología, sino en formar personas que la comprendan, la diseñen y la cuestionen. Y aquí entra la robótica construccionista, una pedagogía que enseña a usar tecnología, dejando atrás la memorización para recrear las eras tecnológicas pasando por la industrial, la analógica y la digital, mientras se diseñan soluciones concretas. El estudiante no repite: inventa y agrega valor. Eso se traduce en capacidad productiva.
Formar para el siglo XXI exige superar el modelo de la era industrial y asumir las herramientas que ya definen nuestra vida. Al incorporar inteligencia artificial, el aula se transforma. La IA automatiza la asistencia con lectura de códigos QR, corrige evaluaciones al instante, y genera reportes del rendimiento escolar. Esto aumenta la eficiencia, optimiza recursos y fortalece la toma de decisiones de todo el sistema educativo.
Estas herramientas se adaptan a diferentes contextos y realidades, sin necesidad de depender de conectividad permanente ni de equipos costosos. Los estudiantes programan sin computadora, se apoyan en chatbots con IA especializados en robótica construccionista, construyen prototipos con sensores y actuadores, y convierten superficies en pizarras interactivas, desarrollando habilidades altamente demandadas por los sectores productivos emergentes.
A través de kits con construcción, electrónica y robótica, exploran pilares de la Industria 4.0 y 5.0: Internet de las cosas, robótica avanzada, impresión 3D y simulación. Estos, van más allá del aula, manipulando placas con microcontroladores industriales, establecen un puente directo con el mundo de la automatización y la economía digital. La robótica sintetiza siglos de desarrollo científico y tecnológico. Hoy, la complementa la inteligencia artificial que redefine nuestra relación con el conocimiento.
Enseñar programación, robótica e inteligencia artificial es una urgencia democrática. El pensamiento computacional no es solo para ingenieros, sino para ciudadanos que, les guste o no, ya viven en un entorno digital con inteligencia artificial. Teniendo en cuenta que hoy la IA influye inevitablemente en nuestra forma de consumir información y obtener oportunidades, es necesario comprenderla para participar activamente en la economía y la sociedad del presente con autonomía.
La IA exigirá nuevos roles. Muchos rezagos no son por falta de voluntad, sino por políticas inadecuadas, inequidad y baja inversión en formación técnica. La transformación educativa requiere decisión política, visión económica y justicia tecnológica.
En el Perú, esta visión no es nueva. En 1994 y 1996 se implementó la robótica construccionista en escuelas privadas y públicas. Sin embargo, en la última década se priorizó la adquisición de materiales monodisciplinarios, laptops y tablets que aún no demuestran una efectividad real. Fue una solución rápida, pero ha quedado claro que el equipamiento, sin una estrategia pedagógica tecnodigital, no genera aprendizaje ni incrementa la productividad educativa.
Algunos países ya han dado ese salto. Desde 2017, China no solo integró la IA en el sistema educativo, sino que lo hizo pensando en el corazón del pensamiento crítico. El gobierno lanzó su “Plan de Desarrollo de la Nueva Generación de Inteligencia Artificial”, una estrategia estatal que marcó el camino hasta 2030, para impulsar capacidades técnicas y fomentar reflexiones éticas y filosóficas sobre su uso (STEAM+PH). Esta visión se materializó con avances recientes, como la inclusión de la ética de la IA en la educación obligatoria en Beijing, donde desde este año, como parte de una reforma amplia del sistema, se capacita a estudiantes a usar la IA entendiendo sus implicancias morales y sociales.
Invertir en tecnología sin integrarla a un proyecto formativo es ineficiente: no transforma capacidades ni produce retorno. La tecnología por sí sola no educa; necesita propósito, dirección y un modelo que vincule enseñanza con desarrollo.
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