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Pumakawa

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Fecha Publicación: 01/02/2023 - 22:27
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Es un centro de rescate que recibe felinos lastimados o criados para cotos de caza. Su fundadora, Kai Pacha, es la hija de un cazador arrepentido que convive ahora con estos animales, entre ellos uno ciego.

Kai Pacha siempre se ha sentido más cómoda y feliz con los animales que entre los humanos o, al menos, se entiende mejor con ellos. Le ocurría de niña, cuando se percibía diferente a los demás. Y le sigue sucediendo ahora, a sus 54 años, y después de casi tres décadas al frente de una reserva de protección y conservación de pumas. “No quiero ser peyorativa con el ser humano, pero en mi caso soy más fuerte reconociéndome como animal, porque la intuición, el instinto, el cuerpo y lo que imagino de la tierra me sirve mucho más que pensar, prejuzgar o tener conceptos porque ahí me siento más limitada”, asegura. Desde hace 27 años, Kai dirige Pumakawa (en aymara, “el que cuida con sigilo del puma”) en Villa Rumipal, en la provincia de Córdoba, Argentina, una organización no gubernamental que protege a estos felinos americanos que habían sido condenados al encierro como mascotas o rescatados de criaderos ilegales que proveen ejemplares a los cotos de caza. Pumakawa nació con Cacu, una pumita huérfana que Kai crio como si fuera su hija. “Fue un giro en mi trabajo”, asegura.

La cachorra estaba descalcificada por falta de leche materna y tenía complicaciones de salud. Hasta los 2 años tuvo seis diagnósticos de eutanasia, pero su cuidadora se oponía. “Yo hablaba con la Cacu y le preguntaba si quería vivir o no. En los animales se ve en los ojos cuando se entregan o quieren la vida; pienso que en los humanos también, pero yo decodifico mejor a los animales”, asegura. La reserva recibe animales lastimados, presas de caza recuperadas, provenientes del mascotismo o delegados por autoridades que los atrapan y deben darles un destino. Recibe fondos de la Fundación Brigitte Bardot y otras instituciones internacionales y donantes. Con ese dinero, construye jaulas geodésicas que intentan hacer más llevadero un cautiverio que los felinos no eligieron.

La reserva funciona en un predio de 25 hectáreas con bosque nativo reforestado y actualmente alberga a 17 pumas, entre ellos uno ciego, y a otros animales rescatados. Todos ellos viven en unos terrenos que en el pasado el padre de Kai, un cazador arrepentido, explotaba con fines turísticos sin saber que algún día se convertiría en un santuario de pumas y tendría un propósito educativo.

FUENTE: EL PAÍS