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Putin que ladra no muerde

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Fecha Publicación: 21/11/2024 - 22:20
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Winston Churchill, el primer ministro británico que enfrentó la locura nazi durante la Segunda Guerra Mundial, dijo una vez: “Quien se humilla para evitar la guerra, se queda con la humillación y con la guerra”. Esta reflexión cobra especial relevancia al analizar la guerra en Ucrania, donde la resistencia frente al agresor ha demostrado ser no solo un acto de dignidad, sino también una necesidad para salvaguardar la soberanía ucraniana y sentar un precedente de lo que implica el respeto por las fr
La guerra en Ucrania, que está cerca de cumplir tres años, no ha producido los resultados esperados por el Kremlin. Los objetivos de Vladimir Putin de desestabilizar Europa y expandir las fronteras rusas han fracasado rotundamente. En lugar de dividir a Occidente, la invasión ha consolidado alianzas, como la reciente incorporación de Finlandia a la OTAN y el constante apoyo militar y económico de Europa y Estados Unidos a Ucrania.
Desde el inicio de la invasión en febrero de 2022, Rusia ha esgrimido reiteradas amenazas de usar armas nucleares como una “línea roja” ante el respaldo militar occidental a Ucrania. Sin embargo, estas amenazas han resultado ser más bravuconadas que advertencias serias. A pesar de ataques ucranianos en territorio ruso, como los recientes usos de misiles donados por Reino Unido y Estados Unidos en Briansk y Kursk, la tan temida Tercera Guerra Mundial nuclear no ha comenzado, ni parece que vaya a suceder, pues un ataque nuclear ruso pondría en riesgo toda su integridad territorial.
Incluso en el improbable escenario de que Putin decidiera escalar el conflicto con armas nucleares, es difícil imaginar que sus aliados más cercanos, y de los que depende, como China, respalden esa decisión. Por ejemplo, la iniciativa de la Franja y la Ruta de China, que implica grandes inversiones en infraestructura a lo largo del mundo a fin de consolidar su comercio, descarta la posibilidad de un futuro postapocalíptico.
Además, a pesar de que el reciente presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó durante su campaña que terminaría con la guerra en un día, sugiriendo que Kiev debería ceder territorio para lograr la paz, concretar esta idea, que en esencia promueve una rendición, es poco probable. Kiev, que ha resistido con valentía durante años, a pesar del enorme costo económico y en vidas, difícilmente aceptará entregar territorio a cambio de una paz ficticia.
Conscientes de la posibilidad de un giro aislacionista en Estados Unidos bajo Trump, los países europeos han intensificado su apoyo a Ucrania. Para Europa, permitir que Rusia avance territorialmente representa un riesgo existencial para la estabilidad lograda tras la Segunda Guerra Mundial. Por ello, la Unión Europea ha acelerado su preparación militar y continúa fortaleciendo a Ucrania.
Putin parece atrapado en una guerra de desgaste que le está costando cada vez más, al grado de que ha tenido que recurrir a sus aliados, como Corea del Norte, para mantener tropas en el frente, mientras utiliza maquinaria obsoleta que rescata de la Guerra Fría para cubrir sus bajas en vehículos.
Recientemente, Rusia lanzó contra Ucrania un misil balístico intercontinental (ICBM), diseñado para portar ojivas nucleares, pero con ojivas convencionales, convirtiéndose en el primer país en usar esta tecnología en combate. Sin embargo, el ataque no generó daños significativos ni pérdidas humanas, revelando que esta acción fue más un acto propagandístico que una intensificación real del conflicto. Estos misiles tienen una precisión que oscila en un diámetro de entre 90 y 120 metros, lo que los hace ineficaces con municiones convencionales.
Esperanzado en frenar el apoyo extranjero a Ucrania mediante el temor, lanzar el ICBM con municiones convencionales solo buscaba demostrar algo que ya se sabía y que es febrilmente aprovechado por la propaganda rusa, tanto en medios tradicionales como en los no tradicionales: que el Kremlin cuenta con tecnología balística para alcanzar objetivos a 6,000 km de distancia; hecho que, de momento, no cambia el cauce de la guerra.

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