Putin y su debilitada influencia global
El presidente ruso, Vladimir Putin, que creyó posible vencer a Ucrania en pocos días, enfrenta una guerra que sigue alterando el orden geopolítico. Amenaza al mundo con su capacidad nuclear, proyectando una influencia global que se ve debilitada. Su inacción en 2023 durante el conflicto en Nagorno-Karabaj y la caída del régimen sirio de Bashar al-Assad merman su credibilidad.
En 1992, Rusia creó la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), coalición militar y política para garantizar estabilidad en una región fragmentada tras la disolución de la Unión Soviética. Emulando a la OTAN, buscó consolidar su influencia en alianza con Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, pero la coalición ha visto comprometida su cohesión. En 2023, Armenia perdió el control de Nagorno-Karabaj ante los ataques de Azerbaiyán por una inacción rusa que marcó un punto de inflexión. En 2024, Armenia decidió unirse a la Corte Penal Internacional (CPI), obligándose a arrestar a Putin si visita su territorio, simbolizando un giro hacia Occidente y alejándose de la influencia rusa en el Cáucaso.
El reciente colapso del régimen de Bashar al-Assad en Siria volvió a revelar la debilidad estructural y estratégica de las capacidades rusas como aliado. El control de las bases militares en Hmeimim y Tartus, establecidas en 1972 como puntos estratégicos para proyectar su poder en el Mediterráneo y Oriente Medio, se ve amenazado. Al movilizar armamento, primero frente a la guerra en Ucrania y luego con la caída de Assad, su control está en jaque, abandonando equipos en manos de fuerzas rebeldes. Esta pérdida geoestratégica golpea su reputación como socio confiable.
La guerra en Ucrania absorbió gran parte de sus recursos humanos y materiales, con más de 300,000 soldados movilizados y pérdidas humanas que superan las 75,000 bajas, además de la destrucción de miles de tanques y sistemas de artillería. Desde 2022, el conflicto evidencia la ineficacia de las fuerzas armadas rusas para lograr objetivos rápidos y decisivos. Las bajas humanas y la destrucción de equipos militares han limitado su capacidad para mantener operaciones internacionales en apoyo a sus aliados, mermando su posición en el escenario global. En Ucrania, Rusia ha expuesto la inferioridad de su armamento comparado con tecnologías occidentales, erosionando la confianza en su industria de defensa en antiguos clientes como India.
La debilitada posición rusa lo llevó a recurrir a Corea del Norte, país aislado internacionalmente, que ha suministrado armamento y un ejército de 12,000 efectivos para suplir sus carencias. Si bien proporciona apoyo temporal, manifiesta la incapacidad para sostener una guerra prolongada con recursos propios, percepción que podría erosionar alianzas con la propia Corea del Norte o Irán. Pero el asesinato en el corazón de Moscú del general ruso Igor Kirillov, responsable del armamento químico y nuclear, es una jugada de inteligencia ucraniana que toma por sorpresa al Kremlin, mostrando nuevas capacidades enemigas.
Estos fracasos, sumados a los problemas financieros por las sanciones y el prolongado conflicto, llevarán a Rusia a necesitar una pronta negociación tanto como Ucrania. La narrativa de Putin como líder fuerte se desmorona frente a las evidencias de un poder debilitado. Su dependencia de aliados marginales, retrocesos geoestratégicos en Siria, el Cáucaso y las limitaciones en Ucrania configuran un panorama donde su influencia global queda en entredicho. No quiere decir que Rusia esté perdiendo la guerra, pero el prolongado conflicto y la crisis estructural podrían redefinir su rol en el escenario global.
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