¿Qué decirles a los estudiantes?
En el contexto que reviste al “texto” del inicio del año escolar se pueden identificar tres posiciones: La escuela es la llamada a formar ciudadanos para el futuro. Otra evidenciaría las falencias que adornan a nuestra educación en materia de logros académicos, brechas de infraestructura, calidad educativa cuestionable y ausencia de profesionalidad en los docentes. Para estos, la educación transita por el interior de un túnel, con la descorazonada sensación de que, a pesar de que avanza, la luz se aleja. Por último, estarían aquellos que piensan que la escuela debe estar siempre alerta y lista para atender y prevenir los efectos de los “males sociales”.
Ciertamente, los defensores de cada posición –desde su esquina– analizan, pontifican y señalan rutas para llevar a la escuela peruana a la cumbre de su desarrollo, pero olvidan que sus integrantes son personas que piensan, sienten, quieren y deciden, capaces de autodeterminarse hacia el enseñar (profesores) o hacia el aprender (estudiantes). Las escuelas no son fábricas donde la producción es en serie y que a un tipo de materias primas corresponde un determinado y previsto resultado.
Bien haríamos como sociedad –poniendo en primera fila a los entes gubernamentales– en reconocer, respetar la autonomía, alentar y apoyar a la escuela en vez de encimarla sin tregua con propósitos políticos, ideológicos y con una mirada pesimista; pero, sobre todo, adosarle tareas que no son de su directa competencia o, en todo caso, dotarla efectivamente de recursos para asumirlas. En el gran tejido social, la escuela es una célula. No es ajena, neutra ni especial; al formar parte, lo que sucede en las diversas instancias sociales influye y determina el andar de la escuela.
Estas primeras semanas son una suerte de “calistenia” en las escuelas, pues después de casi 70 días de vacaciones, el ritmo de estudios y su aceleración se instalarán sin lugar a duda. Mientras tanto, los intereses de los estudiantes de secundaria se orientan hacia la coyuntura nacional. Preguntas directas o cruzadas elevan aún más la temperatura de las aulas. ¿Por qué renunció el primer ministro? ¿Por qué todos los inicios del año escolar el Minedu repite que la infraestructura en los colegios públicos requiere atención urgente? ¿Qué pasa con los expresidentes del país, por qué se les juzga? Cuando veo el noticiero, cuentan que Odebrecht ha perjudicado al gobierno con la complicidad de las mismas autoridades, ¿eso es lo que se llama corrupción?
Creo que es suficiente como para validar la pregunta que abría esta nota ¿qué les digo a mis estudiantes? Las respuestas no son per se económicas ni técnicas, más bien son morales y éticas. Hablamos de funcionarios de primera línea, de quienes los jóvenes y no tanto, esperan un comportamiento acorde con unos principios que miren al bien común. Es cierto que cada uno es responsable de dar al otro lo que le es debido: el director al profesor y este al alumno. No obstante, ayudaría mucho a la formación de ciudadanos en las escuelas, que los poderes del estado den ejemplo, modelando valores y conductas.
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