Que se rebele Atlas
Apenas el 1% de peruanos apoya seguir financiando al leviatán PetroPerú, frente a una mayoría que prefiere liberarse de su ineficiencia. Los fondos estatales serían más útiles en educación, salud pública y en la disminución de la pobreza, en vez del salvataje. IPSOS indica que un tercio de peruanos ve en la privatización la mejor opción. Hace unos meses, el congresista Cavero impulsó una iniciativa al respecto, haciendo eco con el público. Carlos Paredes, ex presidente de PetroPerú, dijo que la crisis financiera de la empresa, con patrimonio negativo de 3 mil millones de dólares, hace que ningún inversionista de un centavo por ella.
Es un desafío doloroso para Arista y Mucho asumir la reestructuración de PetroPerú a fin de no dejarla quebrar. Desde 1969, PetroPerú se politizó gradualmente por aquellos que defendían su “soberanía estratégica”. En 2006, el Congreso eliminó demagógicamente su supervisión por parte del FONAFE. La deuda durante Humala se incrementó irracionalmente con la modernización de la Refinería de Talara, porque pretendía competir con el sector privado que nunca dejó de ser rentable internacionalmente. Con la excusa de garantizar el abastecimiento de combustible, PetroPerú recibió recientemente apoyo financiero en dos ocasiones por un total de 14 mil millones de soles tras la desastrosa administración del corrupto Hugo Chávez Arévalo, aliado del golpista Castillo.
Para que sea más liviano el barril sin fondo, dejando a la empresa más atractiva a soluciones que incorporen al sector privado, se requiere de una reforma transparente. Hasta ahora, la burocracia enquistada ha impedido cualquier avance significativo. Afortunadamente, la designación de profesionales como Carlos Linares para la presidencia y su equipo directivo promete instaurar una gestión corporativa transparente, con una mayor determinación para implementar las reformas estructurales fundamentales que definan el rumbo de la empresa.
Carlos Paredes, expresidente de PetroPeru, en su obra “La tragedia de la empresas sin dueño”, identifica dos desafíos críticos que enfrentará la nueva administración. Uno es económico: el derroche de recursos promovido por los sindicatos a través de esquemas corruptos (viáticos y beneficios), y una deuda abrumadora treinta veces mayor en comparación a las operaciones de la empresa, que contribuye al déficit fiscal con pérdidas cercanas al 2% del PBI. El otro desafío es cultural: un ambiente dominado por la deshonestidad, la pereza y la autocomplacencia. Paredes ilustra esta situación diciendo que: “Por cada peruano que trabaja en PetroPerú, hay quince mil que no lo hacen, y en esta empresa, las decisiones se toman favoreciendo los intereses de ese uno, en detrimento de los quince mil verdaderos propietarios de la empresa”.
Frente a las críticas del sindicato hacia los ministros Arista y Mucho por la propuesta de retiro voluntario, cabe plantearle la pregunta inicial de Ayn Rand en “La Rebelión de Atlas”: ¿Quién es John Galt? Es un personaje que simboliza el rechazo a mentiras que ocultan verdades y los mitos creados alrededor de la “privatización”. Las directrices para la reestructuración de PetroPerú deben ser pragmáticas y objetivas. La necesidad de una rebelión contra la casta burocracia de la empresa es real. Rand dice, “Si viese a Atlas, el gigante que sostiene el mundo sobre sus hombros, observase su esfuerzo sobrehumano, sus rodillas flaqueando, sus brazos temblorosos, aún así luchando por sostener el mundo, ¿qué le aconsejaría hacer? […] Que se rebele”. La reflexión de Rand nos invita a cuestionar la carga insostenible que se ha impuesto sobre los hombros de los peruanos, de la cual solo será posible salir con una reestructuración centrada en la transparencia, la adopción de buenas prácticas de gobierno corporativo, un severo código de ética y la alineación de los intereses gerenciales con los del desarrollo del Perú.
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