Quién manda a quién
La situación de crisis político-institucional que sufre el país no está para bromas como las de la popular comedia norteamericana cuyo título tomamos prestado. Pero si lo que se padece no es desgobierno puro y duro cómo llamar de otra manera al caos crónico que soporta, por ejemplo, el sector Interior con tres ministros al debe/haber en apenas medio año y el último renunciando “más que sea por dignidad” dado su enfrentamiento con el comandante general de la PNP respaldado tácitamente –dicho con suavidad- por el aprendiz de primer mandatario que tenemos.
Es difícil encontrar escena más surrealista. De acuerdo con las últimas encuestas la mayor preocupación y exigencia nacional es la lucha contra la imparable ola delictiva y la inseguridad ciudadana que nos azota. ¿Y qué hace el Ejecutivo? El que se supone que manda desde Palacio designa al tercer ministro del Interior quien debiera políticamente supervisar el ejercicio del poder de policía y poner orden en el aparato policial y, en vez de ello, la cabeza de la PNP se zurra públicamente en él y socava su gestión generando un pandemónium jerárquico e institucional. Para remate, quien funge de Presidente de la República lo deja sin piso y, en medio de este bolondrón, no queda claro si va o no va la declaratoria de estado de emergencia para Lima y Callao aprobada por el Consejo de Ministros a fin de controlar el desmadre criminal, ya que el decreto supremo que la promulgaría brilla por su ausencia en medio del toletole. De locos.
Según la Constitución la dirección y la gestión de los servicios públicos están confiadas al Gabinete y a cada ministro en los asuntos que competen a la cartera a su cargo. En el caso del Interior, su titular está encargado, entre otros, de que la Policía Nacional garantice, mantenga y restablezca el orden interno. Por lo ocurrido, de eso poco y nada puesto que terminó pintado por el propio Castillo que se puso de perfil.
Al pergeñar estos renglones y mediante twitter palaciego se conoció que se va el ministro y el insubordinado comandante general y Dios sabe quiénes vendrán. Tal vez, ya ni eso parece relevante. Lo que sí lo es, es que el despelote en el mando gubernamental se vuelve insostenible para el Perú. ¡AMÉN!
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