¡A quien se gobierna!
El propósito de la filosofía es conocer la verdad de las cosas. ¿Qué verdad? ¿Es posible conocerla? ¿Está en mi mente o en la naturaleza de las cosas? La cuestión de la verdad remite de un quién distinto de lo conocido. Entonces ¿quién es ese que conoce? La persona a través de la inteligencia y de sus operaciones. Hablar de persona es referirse a un quien concreto, específico y singular. ¿Es sólo inteligencia? Es mucho más. Es libre, quiere y es afectada por su entorno. Es intimidad y apertura. Es cuerpo y alma. Es un espíritu encarnado, diría Polo. Es libre, ¿de qué o para qué? ¿Elige ordinariamente con acierto? ¿En base a qué decide? Las decisiones lo marcan, lo definen o se mantiene neutral de cara a consecuencias de sus actos. ¿La convivencia anula su libertad o requiere de ella para realizarse?
¿Cómo se relaciona con otros, mediante la simpatía, la amistad, el amor? ¿Es lo mismo? Si así lo fuera, ¿existe diferencia entre el eros y el ágape. ¿Es el amor algo puntual o predica continuidad en las relaciones? ¿El amor se expresa o manifiesta de igual forma en el hombre que en la mujer? ¿El amor es pasividad o llama a la actividad? El amor crea y produce lazos y obras. El trabajo bien entendido es amor, es dar a luz un producto que antes no existía en cuanto tal, no que el hombre lo cree de la nada, sino que lo componga armoniosamente sellándolo o informándolo con lo propio singularizante. Tanto el trabajo como la convivencia crean cultura, costumbres en el habitar en casa o en el coincidir en las calles, en los barrios, en la patria y en el mundo.
¿El entorno que circunda a la persona es aplastante, forzoso o simplemente una escenografía que adorna su vivir como mero fondo ornamental? La naturaleza tiene sus reglas independientes de uno, ¿el hombre es libre para cambiarlas, aceptarlas y extraer de ellas posibilidades que convertidas en medios contribuyan a su desarrollo personal y social? En la realidad que circunda, también hay otros, que se cruzan, que apretujan, que empujan, que ayudan y que buscan lo mismo: realizarse. ¿Cómo se hace compatible lo uno con lo otro, es decir, cómo mi realización no obstaculiza la del otro?
El hombre es limitado y finito. No siempre consigue lo que pretende. Sufre y muere tan igual que sus seres queridos. Como el sufrimiento se incrusta en sus entrañas, intenta encontrarle un sentido, un por qué; de otro modo, caería en el absurdo y en el pesimismo. Aun así, la felicidad es posible, aunque se conviva con el dolor y con las propias limitaciones. La felicidad es un estado que se alcanza como consecuencia de las buenas decisiones asumidas.
Este es el hombre que clama conocimiento y comprensión. Para conocerlo hay que tratarlo periódicamente y, para comprenderlo es necesario escucharlo y reconocerlo en su dignidad, para lo cual el tiempo debería ser interminable y el futuro una apelación constante.
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