ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Racismo, otra vez

Fecha Publicación: 07/06/2019 - 21:50
Escucha esta nota

Hace apenas unos días, un prominente político peruano dio cuenta en su red social de un hecho político de campaña pasada en el que se ocupaba del presidente de la República con palabras notoriamente discriminatorias y racistas, aun cuando, pocas horas después, se disculpó en su misma red y explicó que su intención no fue racista, sino que se refería al jefe de Estado por su región de origen. Sea como fuere, el político ponía al descubierto aquello que, en silencio, se piensa y aún existe en nuestra realidad. Somos un país plagado de comportamientos racistas, pese a nuestra diversidad de etnias, lenguas, culturas, texturas de piel y procedencias.

Se nos hizo creer que lo blanco es superior al negro, al cholo, al de los ojos rasgados, en fin, a todos. Y pese a los esfuerzos de pensar de manera democrática y justa, no ha sido posible que fuertes sectores de nuestra población aún creen en este sinsentido histórico y lo expresan de muy diversas maneras y más en círculos privados y personales. Claro que, de vez en cuando, estas conductas se hacen visibles cuando saltan a la prensa o a las redes sociales bajo formas de humillación a las personas a quienes se cholea, negrea y se marca la diferencia con aquellos a quienes se consideran superiores por su color de piel o procedencia racial.

Quienes asumen actitudes racistas no se dan cuenta que pueden estar dañando la dignidad y la integridad emocional de sus víctimas. No hay nada más injusto que sentirse humillado en público o privado. Es una marca en el alma, difícilmente de superar. Y pensar que en el país, el 53 % de personas consideran que los peruanos son racistas, según encuestas que han estudiado esta realidad. Pero lo anecdótico es que sólo muy pocos de ellos se ven a sí mismos como racistas. Ocurre que a fuerza de repetir estas conductas, desde muy niños, aparecen como naturales en los entornos sociales y no se perciben como racismo aquello que lo es. Se torna en generacional y se convierte en un mal social endémico.

Es tarea de los padres, maestros, autoridades, legisladores, ciudadanos de a pie, convertir las conductas racistas en objetivos a combatir. Si no lo hacemos con entereza y no se impulsan políticas públicas claras, definidas y frontales que desnuden lo negativo del racismo, no podremos avanzar por el camino de la libertad y la justicia social. El racismo es una realidad vigente y no debemos camuflarla ni tratarla con eufemismos que a nada conducen. Y si no lo hacemos, ello nos conduce al odio racial que, en su extremo discriminatorio, es mucho más letal para el desarrollo de la sociedad. No es poca cosa. La Constitución Política no permite la discriminación ni el racismo y existen leyes que los condenan y penalizan en cada caso. Para ello está el Código Penal, pero no es suficiente.

Las normas por si solas no pueden combatir el racismo si no se enfrenta, integralmente, desde todas sus vertientes y desde las edades muy tempranas del ser humano, empezando por el hogar, reforzados, luego, en los colegios y con la educación. Tiene que ser una lucha integral y permanente, debido a la magnitud de este problema, que lleva siglos de existencia. Las conductas se reproducen, generacionalmente, y con ellas estas prácticas racistas y discriminatorias. Debemos centrar los esfuerzos en atacar el problema culturalmente. Se requiere cambios en este terreno. Ello sólo será posible si internalizamos el fenómeno en su real dimensión.