Rebelión del enjambre
Byung Chul Han, en su obra “En el Enjambre”, ofrece una visión crítica sobre una Sociedad de Red en la que los individuos tienden a aislarse, careciendo de alma en un falso nosotros que dificulta la acción común. Muestra cómo las tecnologías de comunicación digital han cambiado nuestra forma de interactuar con el mundo y con los demás.
Estas tecnologías han traído beneficios al eliminar las distancias físicas y mentales, pero los individuos viven su propia realidad al interior de una “comunidad virtual”. Comparten una comunicación que separa el mensaje del mensajero, dando lugar a un anonimato que se alimenta del espectáculo y el escándalo.
El enjambre digital supone retos para una acción política efectiva. Modifica la forma como nos comunicamos y relacionamos con los demás y con el mundo, eliminando asimetrías para crear relaciones horizontales en medio de la soledad y el individualismo.
La tecnología digital y la sociedad de redes cambia nuestra concepción de tiempo y espacio; el mundo se hace más cercano y muchas fronteras se diluyen. Por ello es necesario reflexionar sobre el poder de esta tecnología, que está lejos de ser un monopolio. Pensar en su uso en forma efectiva podría lograr una gestión política eficaz.
Pero en medio del espectáculo y el escándalo, las redes dificultan las acciones políticas efectivas. La indignación que suele circular como reacción contra el poder resulta insuficiente para producir cambios, transformándose en conflictos digitales.
La energía se agota sin formar corrientes políticas que generen cambios en una sociedad integrada por individuos solitarios. Es necesario que los sujetos digitales se unan, generando un discurso común con objetivos que transformen la indignación en una acción política efectiva, en una idea compartida y una acción colectiva.
Las acciones colectivas son la forma para producir cambios en la sociedad. Un enjambre articulado es capaz de crear un contrapoder que ponga en jaque al poder. El enjambre puede formar una acción política con una comunicación digital que elimina distancias geográficas, desafiando la lógica de la autoridad vertical y asimétrica.
En tiempos de transparencia, la información fluye sin vallas ni interrupciones, por un cauce siempre abierto. Pero la comunicación digital –con sus limitaciones– conspira contra el contacto corporal y la comunicación cara a cara, llevando a una disminución del respeto y la atención mutua; simetría en las relaciones horizontales que amenaza al poder vertical.
Lo que hoy presenciamos son comunidades –indignadas por un justo reclamo producto de la desigualdad–, sentimiento manipulado con discursos de odio y resentimiento que alimentan al enjambre, canalizando la indignación y el escándalo. Padecemos el ataque diseñado por colectivos, mensajes sin mensajeros inoculando toxinas para lograr su objetivo: apropiarse del poder.
La tecnología y las redes están amenazadas por el desgobierno y desorden digital. En medio del conflicto y la polarización, lejos de contribuir a la transformación social, diluyen la indignación haciéndola insuficiente.
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