Reconocernos como un solo pueblo
Entre el 13 y el 15 de enero próximos, se cumplirán 143 años de las Batallas de San Juan y Miraflores. Dos sucesos emblemáticos de la Guerra del Pacífico, que tuvieron lugar durante esas fechas, en los que Perú enfrentó al ejército chileno, más numeroso y mejor preparado en equipamiento y estrategia. Miles de peruanos, provenientes de todo el territorio patrio, defendieron con valentía su tierra, demostrando un heroísmo que quedó grabado en la memoria colectiva del país. Jorge Basadre señaló que “La defensa de Lima fue un acto de amor por la patria, más allá de las posibilidades reales de victoria”.
La resistencia estuvo conformada por soldados regulares y miles de civiles, incluyendo mujeres y menores de edad, quienes participaron activamente en la defensa. Entre ellos destacó Manuel Bonilla Elhart, un niño heroico quien, con apenas 12 años, tomó el fusil de un caído y luchó hasta ser alcanzado por una granada que despedazó su cuerpo, pero inmortalizó su valor. Esta gesta simboliza la entrega absoluta de un pueblo que, pese a las adversidades, se negó a rendirse. El historiador Raúl Porras Barrenechea señaló: “En las colinas de Miraflores quedó sellado el amor de un pueblo por su libertad, a pesar de las sombras de la derrota”.
Tras los combates, la ciudad fue ocupada el 17 de enero y así permaneció por 2 años, 9 meses y 6 días, durante los cuales la bandera chilena ondeó en Palacio de Gobierno, un símbolo de la invasión que dejó profundas cicatrices en el país. Ricardo Palma, testigo de esos estragos, describió la contienda como “La última llamarada del patriotismo antes de la noche oscura de la derrota”. Más allá de las cifras, que alcanzaron los 17,000 muertos, la caída de Lima marcó un duro golpe para el Perú. El indomable Mariscal Cáceres y sus aguerridos soldados andinos seguirían defendiendo el honor nacional sin rendirse ni dar tregua, en la Campaña de la Breña.
Una vez más, el Perú fue víctima de la improvisación, el mercantilismo y la traición. Los que llevaron la peor parte fueron los hombres de bien y la ciudadanía que quedó a merced de saqueos y rapacerías.
Las Batallas de San Juan y Miraflores nos hacen rememorar lo que está en juego cuando un país no está preparado para enfrentar amenazas externas. Es fundamental recordar esta lección y trabajar para fortalecer las instituciones, nuestra defensa y, sobre todo, la unidad como nación. La derrota expuso nuestras carencias militares y la necesidad de consolidar la identidad nacional. La falta de cohesión interna y de un proyecto común contribuyó al desenlace adverso de la guerra.
Por todo ello, uno de los mayores aprendizajes es la necesidad de fortalecer nuestro sentido de pertenencia y unidad. Respecto del tema, el Coronel EP Miguel Aliaga Hinojosa, Oficial de Estado Mayor, nos recuerda que “La identidad nacional trata a propósito del orgullo colectivo por cosas admirables que caracterizan a un país y lo hacen único. Las fuentes que la alimentan son la lengua, historia, victorias militares, cultura, religión, etc.”.
Como nación, debemos aprender de los errores del pasado para evitar que se repitan. La remembranza de aquellos que sacrificaron sus vidas en las colinas de Lima debe ser el motor propulsor para un país unido y preparado, que valore su identidad y soberanía como pilares fundamentales. La historiadora Carmen Mc Evoy escribió: “La Guerra del Pacífico fue, paradójicamente, un momento fundacional para la identidad peruana, pues nos mostró la importancia de reconocernos como un solo pueblo, pese a nuestras diferencias”.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.