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Redes sociales y salud mental

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Fecha Publicación: 12/11/2024 - 22:30
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Aún es prematuro para saber si las redes sociales mejoran o empeoran la vida y las comunicaciones humanas, aunque en los segmentos adolescentes y juveniles son muchos más sus perjuicios que sus beneficios. Hay, sin embargo, analfabetos culturales que las consideran la más perfeccionada de las formas de la comunicación social, incluyendo aquí las que sólo con un sentido de marketing y dependiendo de la ocasión llaman política, empresarial, para el desarrollo, 360, estratégica etc. etc.
Informes recientes señalan que casi 5 mil millones de personas utilizan las redes sociales en todo el mundo y que el promedio diario de tiempo dedicado a ellas es de 2 horas y 31 minutos por persona, particularmente jóvenes. Con dichas cifras sería fácil deducir que nunca como ahora la humanidad, desde la escala local más pequeña hasta la más grande, ha estado mejor comunicada que ahora. Pero ¿es así? Cualquiera que ve a todos, particularmente jóvenes, en los restaurantes, ascensores, calles, salas, mesas familiares, eventos públicos y privados con el celular en la mano al tanto de sus redes, puede concluir que alguien se está comunicando con alguien con todos los beneficios que ello conlleva. Pero ¿es así?
Estudios sociales y la experiencia de cada quien responden a ambas preguntas de manera radical: No. Hay una cifra: el 85 por ciento de lo publicado en las redes es literalmente basura del momento o de siempre: noticias falsas, discursos de odio, bullying, intromisiones infames en la privacidad, banalidad sin límites…Toda esa avalancha de miserias humanas producen, especialmente en los jóvenes, ansiedad, depresión, trastornos alimenticios y mentales de todo tipo cuyo fondo es lo que se ha dado en llamar FOMO (Fear of Missing Out), que es el miedo a perderse algo y que los vuelve adictos y desesperados.
¿Perderse algo? Esa es la clave. El adolescente y el joven que están buscando su lugar en el mundo en medio del desconcierto natural de la edad, sienten que sin las redes son nada o casi nada. Por eso se aferran a ellas a todas horas. Lo que buscan en la vida es compañía, escucha, interlocución, y de repente todo está allí: una muchedumbre de solitarios chateando con solitarios con la angustia de no perderse ese “algo” que responda sus dudas y resuelva sus angustias. El miedo a ser ignorados los aterra. Las tasas de depresión en adolescentes y jóvenes han aumentado un 70% en los últimos 25 años y 7 de cada 10 jóvenes afirman haber experimentado ciberbullyng.
Celulares que no se apagan ni siquiera en la noche, redes que están cazando muchachos todo el tiempo y que bien pueden emplearse –con técnica, sabiduría y, sobre todo, cultura– en recoger peces y no plásticos o basura del mar que es el vivir.

Jorge.alania@gmail.com

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