¿Régimen híbrido? ¡Los caviares!
Según The Economist, la democracia peruana ha pasado de imperfecta a convertirse en un “régimen híbrido”. En realidad, la democracia peruana soporta un irrefrenable proceso autodestructivo, consecuencia de haber extralimitado sus márgenes conceptuales vencida por el cretinismo impuesto desde finales del siglo pasado por la cultura caviar. Esta etapa exterminadora empezó cuando, con fuerza asombrosa, arrancó la corrupción en todos los principales estratos de nuestra sociedad. ¡Desde presidencia de la República; ministerios de distintos ramos; poderes Legislativo y Judicial; el alto sector empresarial! Y como cereza sobre la crema, la “gran prensa”, que serviría de amalgama a toda esta gran estructura de podredumbre. El proceso arrancaría con bríos, aprovechando que asumiría la jefatura del Estado un hijo de la pobreza, nacido en Cabana, que se jactaba de haber sido lustrabotas, ¡y llegó a ser presidente! Aunque aquel parapeto publicitariamente potente y políticamente correcto del “hijo de serrano que llegó a estudiar en Stanford y a enseñar en Harvard” (esto último acabó siendo una de sus primeras mentiras), resultó sirviendo de magnífico abrepuertas a Alejandro Toledo, quien bregó por ganar la presidencia sólo para instalarse -e instalar atrás suyo- a un entramado de corrupción, para él sacar su tajada robándole al Fisco. Vale decir, al ciudadano a quien le pidió el voto para luego crearse un círculo vicioso invencible, a modo de organización criminal. ¡Como años más tarde hizo Pedro Castillo! Kuczynski, presunto mago de las finanzas e influyente premier, acompañó a Toledo muy exquisitamente. Al régimen cleptómano Toledo/PPK lo sucedería el segundo gobierno de Alan García, que fue de las mejores gestiones gubernativas de la historia nacional. A su vez a García lo relevó Ollanta Humala que, de feroz chavista, pasó a convertirse en aspirante a millonario tras pegar un giro copernicano para asumir el rol de capo de una gestión estatal mafiosa, a la cual corrompería esa maquinaria de la podredumbre llamada Odebrecht. Lo sucedió Kuczynski quien multiplicó la corrupción a la ene potencia, tal como luego lo hizo el traicionero Vizcarra. Finalmente, arribó a palacio aquel ágrafo, golpista, ladrón, corrompido Pedro Castillo, con devaneos por implantar una república cleptómana estilo Hugo Chávez. Los resultados los conocemos. ¿Cuál es el común denominador de este póker presidencial de ultracorruptos? ¡Los caviares! La camorra zurda sanisidrina que predica como maoísta viviendo como millonaria, instalada como escorpión tras el lomo de gobernantes corruptos.
Como los que hemos citado; quienes alucinaron que por rodearse del hampa izquierdista cosmopolita tendrían la vida comprada. Sin embargo, precisamente por ser de izquierda, los caviares son traicioneros. Tanto que cada uno acabó delatando al régimen al cual sirvió después de convivir amorosamente con él, cobrando millonarias asesorías y corruptelas. Y por supuesto disfrutando de todos los otros privilegios que implica servir al Estado, dando consultorías muy útiles para ellos pero inútiles para el pueblo, sin asumir responsabilidad alguna.
Este es el “régimen híbrido” que nos imputa The Economist. El clásico gobierno socialista latinoamericano: corrompido, ineficiente, pervertido, abusivo y ladrón por antonomasia, que subsiste victimizándose con el aplauso de la miserable izquierda mundial.
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