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Renovarse o morir

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Fecha Publicación: 01/04/2024 - 21:30
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¿Hay algo que sea verdad en el Perú? País de pantomimas, donde los fantasmas entran por puertas laterales. ¿Que si Jaime Villanueva (tan preciso de memoria) grabó todo? ¿Y qué tal si la representación es una farsa en cuyos tabladillos se negocia el poder? ¿Y qué tal si los fiscales son amanuenses? ¿Qué tal si todo no es más que un criollo Game of thrones? ¿Qué tal si los prófugos veranean al sur e ignoramos las “visitas y el detrás”?

¿Qué es verdad y qué es mentira en el Perú? Se lo preguntaba González Prada en 1908: “¿Qué fueron por lo general nuestros partidos? sindicatos de ambiciones malsanas, clubes eleccionarios o sociedades mercantiles”. ¿No estamos hoy en las mismas? Qué son sino los traficantes de votos y los conciliábulos de extremos.

¿En quién confiamos si la izquierda quiere la vacancia como quería el adelanto, como anhela “extirpar” a Boluarte? ¿Son los Rolex o es el sillón presidencial? Montajes, siempre montajes, desde el Riva-Agüero de Balconcillo al Castillo de Sarratea en esta anarquía civil que iniciamos en 2016. ¿Cayó Patricia Benavides por pedir que se muestre el acuerdo con Odebrecht? ¿Y el millón de Boluarte, justo tras la investigación a los fiscales…? ¿Y la apresurada yunza en la puerta de la presidenta? ¿Qué deberíamos saber?

El Perú es un chiste universal, no nos bastó el bufón involuntario del sombrero. Y a todo esto, ¿le cuesta a la presidenta zafar del problema mostrando los relojes y su origen? ¿Oculta porque teme? ¿No es insensato engordar la sospecha con una rebeldía absurda?

Y así, volvemos cada cinco años (ahora, por lo general, antes) a esa danza de incendiados, podridos y congelados que Basadre ubicó entre los enemigos de la promesa peruana. “Los podridos hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los congelados lo ven como un páramo; y los incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata”. Los tres quieren sortearse el Perú con una precoz mascarada electoral para proseguir con el cambalache de esta república bicentenaria, aquella en la “que siempre hubo chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y doblé”.

Más que la devastada letra de Discépolo, que brille el principio esperanza de Bloch, y que la fe por lo nuevo nunca apague su llama. Siempre vivimos en la prehistoria, pero el verdadero génesis está al final y no al principio.

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