Repartija: ¿reflejo de nuestra indiferencia?

La expresión “repartija” surge en el Perú para denunciar públicamente los acuerdos políticos del Congreso que nos parecen inaceptables. Su mera pronunciación busca generar rechazo en los ciudadanos frente a las transacciones partidarias. Por ejemplo, en Twitter (X), encontramos frases como: “Antes, una repartija nos sacaba a todos a marchar. No entiendo nada”, y con descaro, Vizcarra afirma: “… Acá no interesan ideologías ni lo mejor para el país, solo la repartija y los oscuros intereses partidarios”.

Esta palabra se ha utilizado sin pensar su poder destructivo y consecuencias. Con Humala, como presidente, en 2013, un sector civil joven (caviares) denunció por primera vez la “repartija” del Congreso. Argumentaban que esta práctica privilegiaba a los candidatos “leales” a los partidos tradicionales en lugar de considerar el prestigio y la trayectoria profesional para el cargo de magistrado del Tribunal Constitucional. Tres mil personas marcharon a las calles y la manifestación fue tildada de multitudinaria.

Entre los participantes se encontraban estudiantes universitarios, sindicatos de trabajadores y ONGs coordinadoras de derechos humanos. Si un periodista se acercaba a preguntarles: “¿Qué es lo que quieren?”, las respuestas eran diversas, desde cuestionar el modelo neoliberal hasta reclamar por una democracia representativa.

El significado de “repartija” se fortaleció con líderes que cometieron errores al utilizarla. Lourdes Flores, como lidereza del PPC, dijo: “La repartija ha mellado la credibilidad de todos”, aceptando un error en la elección congresal de personajes sin cualidades académicas y éticas para el Tribunal Constitucional. Desde entonces, la narrativa de izquierda progresista ha sido única e invariable, apelando a la moralidad y sosteniendo que el ámbito de la negociación política está orientado al intercambio de votos por intereses particulares, sin importar el desprestigio. Una anarquía “en la que cada cual consigue lo que puede”, según Sagasti en BBC News.

La semana pasada los “caviares” gritaron “¡repartija!” en los medios nacionales e internacionales. Nadie salió a marchar. La elección de la Mesa Directiva del Congreso y de las respectivas Comisiones Ordinarias es la negociación de lo que existe, nos guste o no. Tres partidos perdieron notablemente y salieron a gritar “repartija”. ¿Esperan una reacción de la calles? Sería absurdo.

Esa palabra ahora no mueve a nadie porque cumplió su propósito, que es hacernos perder la confianza en el Congreso. Jamás logró atraer a los mejores al Parlamento, ni mejorar la representatividad. Por el contrario, impuso el desdén y una mayor fragilidad a la democracia. Para colmo, la ley de no reelección de parlamentarios promovida por Vizcarra ha eliminado cualquier tipo de interés de los congresistas en no perder sus votos. ¿Qué los alienta para actúen distinto? Encima, no tenemos partidos políticos sólidos que hagan contrapeso

Antes de 2013 a la “repartija” la llamábamos “cuoteo” de votos entre bancadas. Al igual que en muchos países de Latinoamérica, se trata de la ardua negociación cuya única regla es no censurar al otro. Predomina la correlación de fuerzas y la proporcionalidad para establecer las cantidades de los miembros en las comisiones. En el Perú, hemos experimentado este proceso, y ahora tenemos a varios sectores afectados, principalmente la minería. La Comisión de Energía y Minas del Congreso ha caído en manos del Bloque Magisterial, al igual que la Comisión de Trabajo. Esto significa seguir con el populismo y la incertidumbre anti-inversión, justo cuando se necesita avanzar en proyectos mineros trabados.

Recordemos que el Congreso es el reflejo de lo que elegimos. Si percibe que nunca hubo un Congreso tan deficiente como el actual, entonces es hora de superar la indiferencia. La presidente Boluarte dijo que no debemos temer al debate de la reforma política. Entonces el gobierno debe iniciar una campaña educativa para explicar en qué consiste la bicameralidad y por qué conviene la implementación de distritos únicos para las elecciones parlamentarias.

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