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República fallida y minería ilegal

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Fecha Publicación: 14/07/2025 - 20:50
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Así como Inglaterra recién se conforma como nación con la mezcla social y cultural de los conquistados sajones con los conquistadores normandos, la esencia del Perú que hoy conocemos no surge con la independencia, sino durante el virreinato. Podemos revisar uno a uno los elementos culturales, desde el sincretismo religioso, el castellano como idioma de inclusión nacional, el derecho de Castilla, hasta el tipo étnico que predomina en nuestro territorio; todo nos indica que la peruanidad nace mucho antes del desembarco de San Martín en Paracas.
De hecho, nuestra identidad nacional es débil porque fue construida sobre un error histórico, alrededor de un relato ficticio que ignoró, por ejemplo, que los “libertadores” confiscaron las propiedades y suprimieron privilegios ancestrales de las mismas personas que “liberaban”, habiendo heredado nuestra República esa ruptura y despojo aún irresueltos.
En algunas de las colonias de Norteamérica el panorama no fue distinto, pues durante el Primer Congreso Continental predominó la idea de mejorar las relaciones con Londres, a través de la Petition of Rights de 1774. El motín de Boston y la Declaración de Independencia se produjeron después por la estrategia independentista del astuto agitador Sam Adams, por la sobreproducción de té hindú, por la absurda arbitrariedad de las Leyes Coercitivas y por la dura represión inglesa en Massachusetts.
Algo similar hubiera ocurrido en el Perú de no haber mediado la conspiración de la logia Gran Hermandad Americana en Londres, siguiendo el Plan Maitland, por lo que la independencia que debió haber sido fruto de una evolución política, se convirtió en campaña militar impuesta.
El haber sido abruptamente separados de España, imperio del cual formábamos parte en las mismas condiciones que los peninsulares, no explica que en tanto tiempo nuestra República no haya superado la quiebra estructural sufrida en la segunda década del siglo XIX, lo que explica la existencia de un Estado extenso y débil, incapaz de ejercer dominio en su territorio.
En ese sentido, una muestra del reto que tenemos es la fuerte presencia de la minería ilegal, cuya solución probablemente pase por reemplazar el régimen legal de concesiones mineras —muchas sin actividad— por otro que integre la propiedad del suelo y subsuelo, lo que incentivaría la formalización minera a través de la propiedad privada de los extensos territorios donde el Estado no puede ejercer control efectivo.
Donde posiblemente hay riqueza debe haber emprendimiento individual o colectivo sin restricciones irracionales, con registro de la propiedad, supervisión ambiental y pago de tributos. Así como se eliminó el predominio de la montonera en los procesos políticos, propio del siglo XIX; y el intervencionismo estatal en la economía, típico del siglo XX; debemos superar ahora el bandolerismo minero, que amenaza no solo con convertirse en la principal actividad ilegal en el país, sino también en el factor político corruptor que termine por destruir nuestra frágil democracia.

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